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BÉRANGÈRE

Una mañana la Condesa de Herquancy recibió en su correspondencia unas líneas, de significación trivial en apariencia pero que enseguida llamaron vivamente su atención.

Era una señal convenida con Adelina y que ésta debía enviar si alguna circunstancia exigía un viaje de Solange a los Gressets.

La razón tenía que ser grave, con seguridad. Porque la madre de Lito iba a sentir un desgarramiento al volver a ese sitio donde solía visitará su hijo y donde éste no estaba ya. Adelina lo sabía y no le infligiría ese dolor sino en caso de necesidad absoluta.

-¿Habrá encontrado a mi precioso tesoro? ¿Estará, sobre el rastro de él? -se preguntó Solange.

Se negó a abrigar esa esperanza e hizo bien. Al cabo de dos días mortales, durante los cuales le fue imposible escapar, corrió al fin, una mañana a los Gressets.

Su sorpresa fue grande al encontrar a la joven nodriza en cama pálida calenturienta con la frente fajada con vendas blancas.

-¡Oh, discúlpeme, señora Condesa! -exclamó Adelina en cuanto reconoció a su visita. -He cometido una gran indiscreción al enviarle la señal, al hacerla venir aquí.

-No, por cierto. ¿Ha sufrido usted un accidente, entonces? Yo quería venir antes, pero no he podido.

Adelina explicó:

-Creí que iba a morir. De modo que tenía que ver a usted a la fuerza. Por dos razones: quería entregar a usted misma todas las reliquias del angelito, sus cositas, sus juguetes; y debía decirle además, quién me había herido.

-¿La han herido?

-Sí.

-¿Han querido matarla?

Ante un movimiento de la joven Solange muy conmovida agregó:

-¿Pero quién? ¿cómo?.. Espero que no habrá sido a causa de la criatura... a causa de mí...

-¡No! ¡Oh, no! Ha sido para impedir que, me case con Federico. Ha sido... ha sido ese hombre espantoso, de quien nada puede librarme.

-¿ Gervasio?

-Sí, Gervasio, señora Condesa. Por lo menos, tengo toda clase de razones para poder asegurarlo: Pero esto no lo he dicho a nadie, ni siquiera a mi prometido. Porque el monstruo conoce los secretos de usted... Y, si lo persiguieran, si lo prendieran.

-¿Lo ha visto usted? -preguntó Solange, suspendiendo el aliento.

-Lo he visto. No cuando me tiró la piedra. Pero me había amenazado, estaba fuera de sí... Juzgue por usted misma señora Condesa... Voy a contarle la entrevista que tuve con él, y de la que no he hablado a nadie.

-¿Sabe usted, Adelina que Gervasio ha abandonado de pronto el palacete de mis padres, donde lo estaban curando?..

-¿Se había enfermado?

-Había sufrido un atroz accidente de automóvil, en el que la mujer de él quedó muerta...

-¿Fue eso realmente, un accidente, señora Condesa?

 
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de Daniel Lesueur

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