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Cuanto más se oculta el sol en el horizonte, cuanto más crepuscular es la atmósfera, tanto más agitado es el pulso de la vida en las calles que, iluminadas en parte con gas, son la antítesis viva del mediodía muerto. Si durante el día no comprendes cómo una ciudad tan vasta puede aparecer desierta al extremo que los muros desnudos, casi desprovistos de ventanas no ofrecen nada digno de ver, con excepción de los talleres donde a ras del suelo y a puertas abiertas hay muestras de actividad, más te extrañará y te preguntarás qué hechizo hace aparecer de súbito todas esas bandadas de personas joviales, cómo pueden albergar esos edificios sin ventanas tanta vida y mantenerla tan oculta a los ojos del espectador durante las horas del día. Mientras las viejas casas nobles no abandonan su carácter medieval de fortalezas y los moradores se conforman, como antaño, con las ventanas abiertas sobre un patio interior, el nuevo rico, más comunicativo y accesible, no ha querido perder de vista la calle, el exitoso teatro de los esfuerzos propios o de su progenitor. Estas viviendas más modernas, cuyo carácter rara vez es imitación del viejo y adusto palacio, tienen grandes y numerosas ventanas para permitir una visión de la vida interior de la casa, pero sólo durante las horas más frescas del atardecer. Cuando se levantan las persianas, se nos hace comprensible al menos en parte la verdad del dicho: -La vida privada de La Habana es pública - y la vida pública secreta".

Las suntuosas ventanas provistas de hermosas rejas de hierro, llegan hasta el piso y ponen al alcance de la vista de los transeúntes, lo más reciente que se haya diseñado en decoración elegante. El comedor, para el cual se emplea una de las galerías provistas de celosías, el dormitorio y todos los demás aposentos dan a un patio cerrado y reciben el aire refrescado por los cenadores, pero con excepción del comedor donde tienen acceso los huéspedes, están muy descuidados porque en general la limpieza se confía a esclavos sucios y sólo excepcionalmente la dueña de casa se ocupa de mantener el orden y el aseo aquí y allá. El salón, siempre abierto a todos los ojos, aun a los de los huéspedes indeseables ofrece un contraste tanto más chocante con la suciedad de los cuartos posteriores. Cuanto más reducido es el bienestar de los moradores, más notable es este contraste. Cuando la familia no ha concurrido al teatro o ¡lo ha ido a sentarse a la galería que adorna algunas casas ricas de los suburbios, se reúne a esa hora en el salón, bañado por la tenue luz de una araña.

 
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La vida cotidiana de La Habana de Jegor von Sivers   La vida cotidiana de La Habana
de Jegor von Sivers

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