El cuarto era un argentino que, como González, iba a Europa a
perfeccionar su formación universitaria. Había venido a este
puerto occidental de Sudamérica en vez de embarcarse en Buenos Aires, porque
aprovechaba esta salida para pasar por Santiago de Chile y visitar a sus
familiares que hacía años no los veía. Vivaracho e inteligente, creo que a todos
nos agradó su apariencia. Dijo llamarse Pacho Álvarez.
Finalmente, me presenté como Santiago Ayala, español, de 26 años,
añadiendo:
-Viajo sin más razón que la de satisfacer unas ansias, mezcla de
aventura, curiosidad y evasión.
Pasadas las presentaciones, todos nos dispusimos a ordenar
nuestras cosas en los armarios respectivos de la pequeña habitación que
deberíamos compartir por un largo tiempo. La componían seis literas, tal como
decía mi billete de embarque. Tres estaban situadas en la pared lateral derecha
según se entraba en sentido perpendicular al casco del barco y las otras tres en
el lado izquierdo. La pared del fondo estaba adornada con una especie de ventana
en forma circular que los marinos la llaman "ojo de buey".