-Sí, he encontrado un número atrasado de las
Moskóvskie Viédomosii, ¡y nada más!
Acostáronse de nuevo los dos generales, pero con la
barriga vacía no es posible dormir. Tan pronto les inquietaba el
pensamiento de quién recibiría por ellos la pensión, como
venían a su memoria las frutas, los peces, las ortegas, los tetraos y las
liebres vistos durante el día. -¿Quién iba a pensar,
Excelencia, que el alimento del hombre, en su forma originaria, vuela, nada y
crece en los árboles? -comentó uno de los generales.
-Cierto -repuso el otro general-. Confieso que yo
también creía, hasta ahora, que los panecillos nacen en la misma
forma en que los sirven con el café por las mañanas.
-Resulta que si, pongamos por caso, alguien quiere comerse una
perdiz, debe primero atraparla, matarla, desplumarla y freírla... Pero,
¿cómo hacer todo eso?
-¿Cómo hacer todo eso? -repitió, igual que
un eco, el otro general.
Guardaron silencio unos instantes, tratando de dormirse, pero
el hambre ahuyentaba el sueño. Ortegas, pavos, lechones desfilaban sin
cesar ante sus ojos, jugosos, doraditos, con pepinillos, encurtidos y
ensaladillas.