Juntó el mujik plumón de cisne y lo
extendió sobre el fondo de la barquita. Después de acostar a los
generales en el blando lecho, se santiguó y se hizo a la mar. Los sustos
que pasaron los generales, durante el viaje, a causa de los vientos y las
tempestades, los insultos que vertieron sobre el mujik, por su
haraganería, ni en un cuento se pueden referir ni la pluma es capaz de
describir. Entretanto, el mujik bogaba y bogaba, y con arenques a los generales
alimentaba.
Hasta que llegaron por fin. ¡Ya estaba allí el
padrecito Neva, y el famoso canal de la zarina Catalina, y la Bolshaia
Podiácheskaia! AI ver a sus generales tan contentos, blanquitos y
orondos, las cocineras prorrumpieron en gritos de alegría y asombro.
Tomaron café los generales, se comieron unos bollitos y se pusieron los
uniformes. Fueron a la Tesorería. El dinero que en ella cobraron, ni en
un cuento se puede referir ni la pluma es capaz de describir...
Sin embargo, no se olvidaron del mujik; le mandaron una copita
de vodka en una botellita y cinco kopeks en plata: ¡alégrate,
fornido mujik!