Y empezaron a palparse el uno al otro, como si el caso les
hubiera ocurrido en verdad y no en sueños. Sin embargo, por mucho que se
esforzaron para persuadirse de que aquello era una alucinación, hubieron
de convencerse de la triste realidad.
Ante ellos, a un lado se extendía el mar; al otro, se
veía un pequeño trozo de tierra, más allá del cual
volvía a extenderse infinito el mar. Los generales, por vez primera
después del cierre de la oficina, se echaron a llorar. Se miraron el uno
al otro y vieron que estaban en camisa de dormir y con una orden colgada del
cuello.
-¡Qué bien vendría ahora una tacita de
café! -exclamó uno de los generales, pero al recordar la inaudita
situación en que se encontraban, prorrumpió en llanto por segunda
vez.
-¿Y qué vamos a hacer? -prosiguió entre
sollozos- Si escribiéramos ahorita un informe,
¿conseguiríamos algo de provecho?
-Verá lo que vamos a hacer -repuso el otro general-.
Vaya Su Excelencia hacia el Este, yo tiraré hacia el Oeste, y al
atardecer, nos volveremos a reunir en este mismo lugar; puede que encontremos
algo. Pusiéronse a buscar dónde estaba el Este y el Oeste.
Recordaron que, una vez, el jefe había dicho: "Si quieres encontrar
el Este, ponte de cara al Norte, y a mano derecha encontrarás lo que
buscas". Comenzaron a buscar el Norte, se plantaron en diversas
direcciones, probaron por todos los lados habidos y por haber, pero, como se
habían pasado la vida metidos en la oficina, no encontraron nada en
absoluto.