A las seis de la tarde, Lisa torna a dormirse para no despertar
hasta las dos de la mañana. Vasia, como la noche anterior, vela junto a
su cabecera, le cambia la compresa, le cuenta anécdotas regocijadas.
-Pero ¿adónde vas, querida? -le pregunta Vasia, a
la mañana siguiente, a su mujer, que está poniéndose el
sombrero ante el espejo-. ¿Adónde vas?
Y le dirige miradas suplicantes.
-¿Cómo que adónde voy? -contesta ella,
asombrada-. ¿No te he dicho que hoy se repite la función de teatro
en casa de María Lvovna?
Un cuarto de hora después toma el tole.
El marido suspira, coge la cartera y se va a la oficina. Las
dos noches de vigilia le han producido un fuerte dolor de cabeza y un gran
desmadejamiento.
-¿Qué le pasa a usted? -le pregunta su jefe.
Vasia hace un gesto de desesperación y ocupa su sitio
habitual.
-¡Si supiera vuestra excelencia -contesta- lo que he
sufrido estos dos días!... ¡Mi Lisa está enferma!