-¡No, mujer! Mañana se te habrá pasado ya
todo.
-No lo espero... No me importa morirme; pero cuando pienso que
tú te quedarías solo... ¡Dios mío!... ¡Ya te
veo viudo!...
Aunque el amante esposo está solo casi siempre y ve muy
poco a su mujer, se amilana y se aflige al oírla hablar así.
-¡Vamos, mujer! ¿Cómo se te ocurren
pensamientos tan tristes? Te aseguro que mañana estarás
completamente bien...
-No lo espero... Además, aunque yo me muera, la pena no
te matará. Llorarás un poco y te casarás luego con
otra...
El marido no encuentra palabras para protestar contra
semejantes suposiciones, y se defiende con gestos y ademanes de
desesperación.
-¡Bueno, bueno, me callo! -le dice su mujer-. Pero debes
estar preparado...
Y piensa, cerrando los ojos: «Si efectivamente me
muriera...»