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Quiero darte la medida a que te atengas en el beber: es aquella que no impide al seso ni a los pies cumplir con su oficio. Evita, en primer término, las reyertas que provoca el vino, y los puños demasiado prontos a repartir golpes. Euritión murió por haber bebido desatinadamente. Entre el vino y los manjares sólo ha de reinar la alegría. Si tienes buena voz, canta; si tus brazos son flexibles, baila, y no descuides, si las tienes, revelar aquellas dotes que favorecen la seducción. La embriaguez verdadera perjudica, y cuando es fingida puede ser útil. Estropee tu lengua solapada la pronunciación de las voces; así, lo que hagas o digas fuera de lo regular, creerán todos que lo ocasiona el exceso de la bebida. Desea mil felicidades a la señora de tus pensamientos y al que tiene la dicha de compartir su tálamo; mas en lo recóndito del alma profiere contra este último cien maldiciones. Cuando las mesas se levantan y los convidados se retiran, aprovecha las circunstancias del lugar y la confusión de la multitud para aproximarte a ella; mézclate entre la turba, colócate sin sentir a su lado, pásale el brazo por el talle y toca su pie con el tuyo. Esta es la ocasión de abordarla; lejos de ti el agreste pudor; Venus y la Fortuna alientan siempre a los audaces.

No esperes que yo te dicte los preceptos de la elocuencia; rompe atrevido el silencio, y las frases espontáneas y felices acudirán a tus labios. Tienes que representar el papel de un amante y tus palabras han de quemar como el fuego que te devora; te serán lícitos todos los argumentos para persuadirla de tu pasión y serás creído sin dificultad. Cualquiera se juzga digna de ser amada y aun la más fea da gran valor a sus atractivos; mil veces el que simula el amor acaba por sentirlo de veras y termina por ser lo que al principio fingía. ¡Oh jóvenes!, tened tolerancia con los que se aprestan a engañaros; muchas veces un falso amor se convierte en verdadero. Esfuérzate por apoderarte de su albedrío con discretas lisonjas, como el arroyo filtra sus claras ondas en las riberas que lo dominan. Prodiga sin vacilación tus alabanzas a la belleza de su rostro, a la profusión de sus cabellos, a sus finos dedos y su pie diminuto; la mujer más casta se deleita cuando oye el elogio de su hermosura, y aun las vírgenes inocentes dedican largas horas a realzar sus encantos. ¿Por qué Juno y Palas se avergüenzan hoy todavía de no haber obtenido el premio en el certamen de los montes de Frigia? El ave de Juno despliega orgullosa su plumaje, viéndolo alabado; si lo contemplas en silencio, recoge sus tesoros. En el certamen de la veloz carrera, los corceles se encienden con los aplausos que se tributan a sus cuellos arrogantes y bien peinadas crines. No seas tímido en prometer; las jóvenes claudican por las promesas, y pon a los dioses que quieras como testigos de tu sinceridad. Júpiter desde lo alto se ríe de los perjurios de los amantes y dispone que los vientos de Eolia los sepulten en las olas; por las aguas de Estigia solía jurar con engaño ser fiel a Juno, y su mal ejemplo alienta hoy a todos los perjuros.

Conviene que existan los dioses, y como conviene creer en su existencia, aportemos a las antiguas aras las ofrendas del incienso y el vino. Ellos no yacen sumidos en quietud reposada y semejante al sueño; vivid en la inocencia y velarán por vosotros. Volved el depósito que se os ha confiado, acatad las piadosas leyes, aborreced el fraude, y que vuestras manos estén limpias de sangre. Si sois listos, engañad impunemente a las jóvenes; fuera de esto observaréis siempre la buena fe. Burlad a las que pretenden burlaros; casi todas son gente de poca confianza; caigan presas en los lazos que os tienden. Es fama que el Egipto, por la sequía que abrasaba la tierra, vió estériles sus campos durante nueve años. Trasio entonces se present6 a Busiris y le anunció que sería fácil aplacar a Jove con la sangre de un extranjero, y Busiris le contestó: «Tú serás la primer víctima ofrecida al padre de los dioses, y como huésped de Egipto, tú nos traerás el agua.» Fálaris tostó en el toro de bronce los miembros de Perilo, su inventor, que experimentó el primero tan atroz suplicio: uno y otro fueron justos. ¿Qué ley más equitativa que condenar a los artífices de tormentos a morir con su propia invención? Es razonable castigar a las perjuras con el perjurio, y no pueden quejarse más que de ellas mismas, puesto que su ejemplo alienta la falsía.

También son provechosas las lágrimas, capaces de ablandar al diamante: si te es posible, que vea húmedas tus mejillas, y si te faltan las lágrimas, porque no siempre acuden al tenor de nuestros deseos, restrégate los ojos con los dedos mojados. ¿Qué pretendiente listo no sabe ayudar con los besos las palabras sugestivas? Si te los niega, dáselos contra su voluntad; ella acaso resista al principio y te llame malvado; pero aunque resista, desea caer vencida. Evita que los hurtos hechos a sus lindos labios la lastimen y que la oigas quejarse con razón de tu rudeza. El que logra sus besos, si no se apodera de lo demás, merece por mentecato perder aquello que ya ha conseguido. Después de éstos, ¡qué poco falta a la completa realización de tus votos! La estupidez y no el pudor detiene tus pasos. Aunque diga que la has poseído con violencia, no te importe; esta violencia gusta a las mujeres: quieren que se les arranque por fuerza lo que desean conceder. La que se ve atropellada por la ceguedad de un pretendiente, se regocija de ello y estima su brutal acción como un rico presente, y la que pudiendo caer vencida sale intacta de la contienda, simula en el aspecto la alegría, mas en su corazón reina la tristeza. Febe se rindió a la violencia, lo mismo que su hermana, y los dos raptores fueron de sus víctimas muy queridos.

 
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