-¡Déjame en paz! ¡Se trata de cosas
más importantes que todas las palabras de honor! ¡Me indignan, me
sacan de quicio tanta doblez, tanta mentira!
-Pero dime -preguntó Olga, con las lágrimas en
los ojos, dirigiéndose a su hijo-: ¿te vas con papá? No
comprendo...
Alecha parecía no haber oído la pregunta, y
miraba con horror a Beliayev.
-¡No es posible! -exclama su madre-. Voy a preguntarle a
Pelagueya.
Y salió.
-¡Usted me había dado su palabra de honor...!
-dijo el chiquillo, todo trémulo, clavando en Beliayev los ojos, llenos
de horror y de reproches.
Pero Beliayev no le hizo caso y siguió paseándose
por el salón, excitadísimo, sin mas preocupación que la de
su amor propio herido.
Alecha se llevó a su hermana a un rincón y le contó, con
voz que hacía temblar la cólera, cómo le habían
engañado. Lloraba a lágrima viva y fuertes estremecimientos
sacudían todo su cuerpo. Era la primera vez, en su vida, que chocaba con
la mentira de un modo tan brutal.