-No; pero... está enfadado con usted. Dice que
mamá es desgraciada por culpa de usted; que usted ha sido su
perdición. ¡Qué cosas tiene papá! Yo le aseguro que
usted es bueno y muy amable con mamá; pero no me cree, y, al
oírme, balancea la cabeza.
-¿Conque afirma que yo he sido la
perdición...?
-Sí. ¡Pero no se enfade usted, Nicolás
Ilich!
Beliayev se levantó y empezó a pasearse por el
salón.
-¡Es absurdo y ridículo! -balbuceaba,
encogiéndose de hombros y con una sonrisa amarga-. Él es el
principal culpable y afirma que yo he sido la perdición de Olga.
¡Es irritante!
Y, dirigiéndose al chiquillo, volvió a
preguntar:
-¿Conque te ha dicho que yo he sido la perdición
de tu madre?
-Sí; pero... usted me ha prometido no enfadarse.
-¡Déjame en paz!... ¡Vaya una
situación lucida!
Se oyó la campanilla. El chiquillo corrió a la
puerta. Momentos después entró en el salón con su madre y
su hermanita.
Beliayev saludó con la cabeza y siguió
paseándose.