Beliayev lo miró fijamente, y le preguntó:
-Ves a papá..., ¿verdad?
-No, no... Yo...
-Dímelo francamente, con la mano sobre el
corazón. Se te conoce en la cara que ocultas la verdad. No seas taimado.
Le ves, no lo niegues... Háblame como a un amigo.
Alecha reflexiona un poco.
-¿Y usted no se lo dirá a mamá?
-¡Claro que no! No tengas cuidado.
-¿Palabra de honor?
-¡Palabra de honor!
-¡Júramelo!
-¡Dios mío, qué pesado eres! ¿Por
quién me tomas?
Alecha miró a su alrededor, abrió mucho los ojos
y susurró: