El sur del subcontinente es verde y feraz. Aún quedan selvas
tropicales llenas de árboles gigantescos y habitadas por elefantes, tigres y
gacelas. Hay arrozales inmensos que, a diferencia de los trigales, requieren
cuidado constante. Los cocoteros se suceden monótonamente, aunque sin cansar la
vista del occidental. Por los ríos, canales y lagos circulan canoas
elegantísimas cargadas hasta el tope. Los niños, hermosos, le piden a uno
monedas o lápices. Trivandrum, bella capital provincial de medio millón de
habitantes, ha iniciado la construcción de un museo de ciencia y técnica.
¿Cuántas grandes ciudades occidentales pueden jactarse de poseer algo
similar?
La India se autoabastece en casi todo excepto en petróleo.
(Éste escasea gravemente desde que la URSS ha dejado de vendérselo a precio de
amigo.) Produce todo lo que come, así como casi todos los productos
manufacturados, incluyendo automóviles, televisores, relojes y fármacos. (Pero
por lo menos la mitad de la población está desnutrida y bebe agua contaminada.
Hay riqueza pero está mal distribuida entre una población excesiva.)
En Norteamérica ya casi no hay quien sepa o quiera reparar una
máquina descompuesta. La India, como el resto del Tercer Mundo, está repleta de
artesanos ingeniosos capaces de componer o readaptar cualquier artefacto. Pero
siguen en uso anticuadas carretas e ineficientes triciclos a pedal. Los seres
humanos siguen siendo más baratos que las máquinas. La India ocupa el 110° lugar
en la escala mundial de status socioeconómico, y el 92° en esperanza de vida. En
cambio, es la cuarta potencia militar del mundo.