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Lo primero que aprende el viajero occidental es que la calle india es ante todo un zoológico donde viven tranquilamente vacas sagradas, chivos descarados, perros desalentados y cuervos voraces; a veces, también burros y caballos abandonados. (Los monos, demasiado sabios y refinados para afrontar los peligros de la calle, se pasean por las azoteas y se hospedan en templos.)

La gente pulula en medio de ese zoológico. Va a pie o en bicicleta, en rickshaw movido a músculo o a motor, en automóvil, camión o carreta de bueyes. La calle está repleta de día y de noche. La densidad de gente y de vehículos, así como el ruido, son increíbles. Pese al hacinamiento todo el mundo es cortés y nadie parece ponerse nervioso. Los animales que se pasean entre el público y los vehículos aprenden en su infancia la regla de tránsito número uno: el animal puede hacer lo que quiera y tiene prioridad absoluta. El público contribuye al bienestar animal arrojando a la calle toda la basura. Nada se desperdicia: lo que no consumen los animales se lo llevan especialistas que lo venden a negocios dedicados a comprar papel, plástico, metal, carbón a medio quemar, o lo que fuere.

Las grandes ciudades indias son tan populosas y están tan contaminadas, que es difícil y azaroso vivir en ellas. En cambio, las aldeas suelen ser bellas y apacibles. (La India tiene cerca de un millón de aldeas.) Casi todas las casas aldeanas son de adobe, tienen los pisos de tierra y se mantienen limpias. Por todas partes hay pequeñas lagunas de agua verdosa, que se usa para todo. Los indios se bañan diariamente. A diferencia de más de un occidental, no huelen. (El único individuo maloliente que encontré en un recorrido de 10.000 km fue un hippy occidental.)

La mejor manera de conocer el país es recorrerlo en tren. Es sabido que los indios son muy aficionados a viajar y sienten gran curiosidad por el prójimo. No bien uno se sienta, lo acosan a preguntas. ¿Adónde va? ¿De dónde es Ud.? ¿Tiene niños? ¿Cuántos? ¿Qué edades tienen? ¿Cuántos años tiene Ud.? ¿Y su esposa? ¿Qué trabajo hace Ud.? ¿Cuánto gana por mes? ¿Cuándo se va a jubilar? ¿Querría tomarme una foto? ¿Me va a escribir? ¿Y me va a enviar una foto de su familia?

 
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Elogio de la curiosidad de Mario Bunge   Elogio de la curiosidad
de Mario Bunge

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