Antes de proseguir nuestro relato, digamos lo que significa el
título de Sahib dado a todo pasto al forastero por el bégari
Vidarma. Todo viajero europeo que tenga aspecto de gran señor, todo extranjero
residente en la India que ejerza algún cargo oficial, es un Sahib para el
indio de condición humilde, agricultor o artesano. Y esto en oposición al título
de topa con que distinguen a los europeos de menor categoría, los cuales
toman el nombre del topi, que es un sombrero, de copa redonda, al que en
Italia, en Florencia llamarían paiolino.
Un señor, un Sahib, puede usar también el topi;
no obstante, nunca se le dará el despectivo nombre de tal sombrero. Y conviene
recordar ahora que en la India toda persona de viso usa el casco de fieltro, o
un sombrero hecho con el filamento seco de la pita cubierto de tela blanca, con
las alas forradas de verde y rodeado hasta la mitad por un velo de muselina cuyo
extremo ondea a la espalda. ¿Quién no reconoce al Sahib en este tocado
ambiguo, entre sombrero y turbante?
Volvamos al viajero. Absorto en la contemplación de aquel
pequeño paraíso, llegó hasta la mitad de la explanada que se extendía ante el
palacio de la Residencia británica sin preocuparse del mezquino aspecto de su
vehículo. Pero, por otra parte, ¿de qué había de avergonzarse? No estaba en
Trafalgar Square, ni a la entrada de Regent Street. Se hallaba en la India en
donde escasean los carruajes lujosos, y en una parte de la India en donde el
mail-cart, la silla de postas, costosísima hasta para el bolsillo mejor
provisto, no se encuentra todos los días a disposición de un viajero presuroso.
Nuestro Sahib seguía el ejemplo de muchos caballeros, aficionados a
viajar en etapas cortas, que preferían la humilde carreta cubierta por una
estera de palma y arrastrada por dos bueyes al mail-cart
Apeándose de un salto, dirigióse el Sahib rápidamente a
la puerta del palacio, si es lícito llamar así a una casa de dos pisos, rodeada
de una galería a. la altura del primero, a la cual daban acceso cuatro o cinco
escalones. Bajo la verandah, a ambos lados de la puerta veíanse algunos
soldados ingleses, con uniformes medio indios. Apenas subió el Sahib la
escalinata que conducía al vestíbulo, vio otro soldado con librea roja, un
especie de veterano convertido en portero.
-Hablemos al cangrejo cocido -se dijo.