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El paisaje en los confines del Nizam no era grato a la vista que también hay su parte fea en el país de las especies, como llamaban los antiguos a la India; y la junglera, la selva india no toda está formada por bejucos y bambúes, por plátanos y mangos; encuéntranse frecuentemente en ella, malezas, juncales, planicies desiertas y monótonas, sin una brizna de hierba. La campiña que nuestro viajero llevaba recorrida los dos últimos días, no presentaba sino líneas bajas y uniformes, interrumpidas aquí y allí por aglomeraciones de piedras blanquecinas. Solamente al aproximarse a poblado comenzaban a verse algunos campos cultivados, de maíz y trigo, y entonces se destacaba tímidamente del fondo amarillento del llano, la cabaña de un labrador, rodeada de algunos arbolillos y de una pradera de kalam. El kalam, sabedlo, es una gramínea que nace espontánea en los terrenos no cultivados de la India, especialmente al borde de los senderos. Su tallo, recto y poroso, lo usan los indígenas como pluma de escribir. De ahí su antiquísimo nombre de kalam, convertido en el calamus latino.

¡¡Benditas concordancias etimológicas!! Recuerdo que un profesor de sánscrito (idioma que no llegué a aprender) cuando me hacía comparar una palabra india con otra griega o latina y observar la semejanza. entre ambas, me miraba con cierta expresión de triunfo y exclamaba invariablemente: «Es difícil el sánscrito ¿eh?»

Ciertamente con tiempo y paciencia a todo se llega, incluso a vencer obstáculos que a primera vista parecen insuperables. Nuestro viajero, por ejemplo, al cabo de dos días y medio de viaje por aquellos parajes áridos y polvorientos, vio cambiar a uno y otro lado el aspecto de la campiña y aparecer en el horizonte una faja de verdor, y tejados y alminares que centelleaban al sol.

-¡Viadarma! -gritó a su compañero de viaje.

-¡Sahib! - respondió éste volviéndose rápidamente a la llamada del forastero.

-¿Qué pueblo es aquel que se ve a lo lejos?

-Secanderabad -contestó Viadarma.

La noticia arrancó un suspiro al viajero que hasta entonces no había hecho más que bostezar.

-Le creía más distante -dijo.

 
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de A. J. Barrili

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