https://www.elaleph.com Vista previa del libro "El femater" de Vicente Blasco Ibáñez (página 10) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Domingo 28 de abril de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  4  5  6  7  8  9  (10)  11  12  13  14  15 
 

Y satisfecho con el agradecimiento de que le mostraba la criada por sus obsequios, viendo siempre en Marieta a la rapazuela que en otros tiempos jugaba con él y le arañaba al más leve motivo, apenas si llegó a fijarse en la súbita transformación que iba operándose en la muchacha.

Redondeábase su cuerpo, aclarábase su tez, en extremo morena: las agudas clavículas y la tirantez del cuello iban dulcificándose bajo la almohadilla de carne suave y fresca que parecía acolchar su cuerpo; las zancudas piernas, al engruesarse, poníanse en relación con el busto. Y como si hasta a la ropa se comunicase el milagro, las faldas parecían crecer un dedo cada día, como avergonzadas de que estuvieron por más tiempo al descubierto aquellas medias que amenazaban estallar con la expansión de la robustez juvenil.

Marieta no iba a ser una beldad; pero tenía la frescura de la juventud, vigor saludable y unos ojazos valencianos, negros, rasgados y con ese misterioso fulgor que revela el despertar del sexo.

Y como si la niña adivinase la proximidad de algo grave y decisivo que la privaría en adelante de tratar a su hermano como si aún anduviese por los campos, hablaba a Nelet con seriedad, evitando los juegos de manos, las intimidades propias de su infancia sin malicia ni preocupaciones.

En fin: que un día, al entrar Nelet en la casa, quedóse asombrado, como si un fantasma le hubiese abierto la puerta.

Aquella no era Marieta: se la habían cambiado.

Era una muñeca con el pelo arrollado y puntiagudo sobre la nuca, conforme a la moda, y una horrible falda larga que la cubría los pies.

Parecía muy complacida de verse mujer, de haberse librado de la trenza suelta y la pierna al aire, signos de insignificancia infantil; pero a él le faltó poco para llorar, para protestar a gritos, como en aquella tarde que corría tras la tartana suplicando al feroz escribano que no le quitase a la chiquita. Por segunda vez le arrebataban a su Marieta.

Y después, ¡horror da recordarlo!, aquella churra despiadada parecía complacerse en su dolor, haciéndole terribles advertencias.

El señor se lo había dicho y ella lo repetía por encontrarlo muy justo y para evitarse reprimendas. Cada cual debía ponerse en su lugar. En adelante, nada de tuteos ni de Marietas, y mucho de señorita María, que era el nombre de la única dueña de la casa. ¿Qué dirían las amiguitas al ver a un femater tratando tú por tú a la señorita? Conque ya lo sabía: el hermanazgo había terminado.

 
Páginas 1  2  3  4  5  6  7  8  9  (10)  11  12  13  14  15 
 
 
Consiga El femater de Vicente Blasco Ibáñez en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
El femater de Vicente Blasco Ibáñez   El femater
de Vicente Blasco Ibáñez

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com