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Hemos
conseguido un magnífico trabajo con excelentes resultados en la campaña de
acusaciones de pederastia a sacerdotes y obispos. Tengan siempre en cuenta que
el arma de la que nos hemos servido con gran eficacia desde el principio ha sido
la mentira. Somos, con todo orgullo, hijos del padre de la mentira. Y bien
sabemos que la mejor de las mentiras es la que se apoya en una parte de verdad.
Se ha sabido dosificar muy bien en esta campaña de la pederastia los pocos casos
para dar la sensación generalizada de que todo sacerdote es un pederasta. ¡Qué
más quisiéramos, señores! Pero al menos estamos logrando que gran parte de la
gente lo crea así, y eso es bueno para nuestros intereses. Hemos de evitar que
descubran el engaño de cómo hemos hecho rendir tanto con tan pocos casos, y
muchos de ellos falsos. Pues bien, tomen esto como ejemplo del resto de las
campañas que debemos llevar a cabo. ¡Cuántos beneficios obtendremos si logramos
sembrar la duda en la gente con respecto a los sacerdotes! De modo que a no
bajar la guardia y conformarse con los resultados obtenidos. Hay que proseguir
todo tipo de campañas que desacrediten a sacerdotes y religiosos. Busquen por
todos los rincones, aún los más recónditos, porque necesariamente tiene que
haber, entre tantos agentes del enemigo, algunos que puedan servirnos para
nuestros propósitos. El ideal es que no haya un solo día en que no se publique
algún escándalo o abuso de sacerdotes o religiosos. Para ello será necesario que
inventen los casos y que mientan, por supuesto. Pero eso es lo nuestro, odiados
demonios. ¡Muéstrense como buenos hijos de su padre! Ya saben: calumnia que algo
queda. De todos modos después, las rectificaciones y las disculpas suelen pasar
desapercibidas. La gente ya se quedó con la idea de que el arzobispo de Sydney
tuvo que dimitir por acusaciones de abusos sexuales. Recordarán que fue a través
de un presidiario como canalizamos aquella acusación. Acusación, por cierto, que
se remontaba a cuarenta años atrás. Posteriormente se demostró que había sido
una falsa acusación, pero ¿quién se enteró? Apenas nadie. Y sin embargo nuestro
objetivo ya había sido cumplido. Bueno, pues así es como se espera de cada uno
de ustedes que realicen su trabajo. Créanme, la parte más importante, el grueso
de la campaña ya ha logrado los objetivos más difíciles. Ahora, cualquier
acusación que se haga sobre los sacerdotes y religiosos es mucho más fácil que
sea aceptada por la mayoría de la gente sin necesidad de aportar demasiados
datos ni pruebas. Hemos ganado mucho. Por eso hemos de seguir en esa línea de
actuación.
Tened
imaginación, trabajad con dedicación, calumniad, difamad... Emplead todos los
medios de los que disponemos para conseguir sembrar la duda y la desconfianza en
todos aquellos que han secundado al polaco.
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Consiga El diablo rinde cuentas de José Gil Llorca en esta página.
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