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Como
ya se habrán percatado, nuestro enemigo mejor preparado que defiende la Verdad absoluta y el
Ser absoluto, es la Iglesia Católica. No duden que la Iglesia Católica, por su
convicción de que la razón y la verdad proceden -perdonen que use esta
palabra- del único Dios de la fe y que por tanto no puede haber contradicción
entre ellas, es la gran amenaza del pensamiento único. Tarea primordial en
la que hemos de gastar todas nuestras energías sin contemplaciones de ningún
tipo es la de desprestigiar, sea como sea, a la Iglesia Católica. Habrá que
servirse principalmente de los errores que históricamente hemos logrado que se
den en ella a lo largo de su historia para agrandarlos al máximo. Al mismo
tiempo habrá que dedicar no menos esfuerzos a silenciar todo el bien y el
desarrollo que ha supuesto su enseñanza y doctrina para la humanidad y convencer
a la gente de que la causante de todos los males que afligen al mundo provienen
de la Iglesia Católica. Por eso les advertía anteriormente la enorme importancia
de silenciar a los historiadores de prestigio disidentes y difundir
incesantemente la idea de la gravísima amenaza que supone la Iglesia Católica
para la humanidad. No habrá que dar noticia alguna de su contribución a la
ciencia, a la consideración de la dignidad de los derechos de la persona, a los
principios morales que han promovido la justicia y la paz en las naciones. Habrá
que silenciar así mismo todo tipo de labor que realiza a favor de los
desprotegidos, enfermos, ancianos, abandonados, drogadictos, enfermos de sida,
leprosos, países del tercer mundo, etc. Hay que conseguir que todo mal pueda ser
atribuido a la Iglesia Católica. Si no hay paz en el mundo la culpable ha de ser
la Iglesia Católica. Si hay hambre en el mundo, la culpable debe ser la Iglesia
Católica. Si hay SIDA en el mundo la culpable debe ser la Iglesia Católica (esto
ya lo estamos consiguiendo con la acusación de que su oposición al preservativo
la causa de que el SIDA se extienda). Si alguien tiene sentimiento de culpa, la
culpable es la Iglesia Católica. Si alguien no es feliz, la culpable es la
Iglesia Católica. Hemos de lograr que todo niño que no obtiene inmediatamente su
capricho, ya sea un caramelo de coco o una Gameboy, piense inmediatamente y de
forma automática que la culpable es la Iglesia Católica. Pero a la vez hay que
lograr que los niños a los que no les gustan los caramelos de coco y a las
personas que detestan las Gameboy también piensen que si tales cosas existen, la
culpable es la Iglesia Católica. No lo duden, nuestro objetivo se habrá cumplido
cuando cualquiera piense que pase lo que pase, llueva o salga el sol, haga frío
o haga calor, siempre y en todo caso... la culpable es la Iglesia Católica. Hay
que convencerse de que si esto se repite una y otra vez y de modo insistente, en
poemas, canciones, novelas, obras de teatro, anuncios publicitarios, películas,
periódicos, noticias, programas de televisión, entrevistas a nuestros
intelectuales reeducados, declaraciones de políticos, difusión de encuestas y
estadísticas previamente reajustadas, etc., llegará el momento en que nadie
dudará sinceramente de que ciertamente la gran culpable de todo es la Iglesia
Católica. Díganme, ¿no les produce un inmenso placer imaginarse a una pequeña y
repelente adolescente mirarse al espejo con lágrimas en los ojos al contemplar
una espinilla en su rostro y de pronto verla gritar hasta enrojecer culpando de
ello a la Iglesia Católica?
Pues
bien, yo les aseguro que cuando esto suceda será normal que se persiga a la
Iglesia y a sus fieles por constituir la mayor y más grave amenaza para la
humanidad. Recuerden que esta estrategia fue la que ya sugerimos con gran éxito
a Nerón para exculparse de ser el causante del incendio de Roma y acusar de ello
a los cristianos. ¡Ah, qué tiempos aquellos! Yo entonces era un pequeño diablo
al que no se le estaba permitido actuar en ese tipo de operaciones, pero
disfruté enormemente contemplando el espectáculo. Conseguimos hacer una buena
escabechina con esos infames. Bien es verdad que a la larga fue peor. La
experiencia nos ha mostrado repetidamente a lo largo de la historia que siempre
que nos hemos cebado de forma cruenta con estos indeseables, después han
resurgido con mayor fuerza y virulencia. Pero no se puede negar que hay momentos
en que aplastarlos y destrozarlos de la forma más salvaje es un placer exquisito
al que en ocasiones no nos hemos sabido sustraer. Pero bueno, basta de
consideraciones del pasado y de sentimientos nostálgicos. Atengámonos al momento
presente, porque la tarea que nos aguarda es de enormes proporciones y no
podemos descansar un minuto. Hay que
aprovecharse de la ignorancia y de la incultura de la gente. Ustedes mismos
pueden comprobar los grandes éxitos que hemos cosechado en este sentido con El
Código Da Vinci. En esa línea hemos de continuar y trabajar. Y así, cada vez
será más fácil manipular, confundir, marear a la gente. De ese modo estamos
consiguiendo no sólo acusar a la Iglesia Católica, desacreditarla y restarle
influencia sino que además estamos logrando que la gente se desentienda por la
verdad, por conseguir estar seguro de algo. Y esto interesa mucho para que
nuestro principal dogma del neolaicismo, el todo vale -o, formulado
de otra forma, el no hay verdad- se vaya imponiendo.
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Consiga El diablo rinde cuentas de José Gil Llorca en esta página.
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