(Pausa. El príncipe, angustiado, apenas pone
atención a sus palabras).
PRÍNCIPE. - No sé qué hacer, ni
cómo proceder.
ARBENIN. - ¿Qué desea?
PRÍNCIPE. - Tal vez la felicidad...
ARBENIN. - ¡Oh, la felicidad no está
aquí!
PRÍNCIPE. - Es que yo he perdido todo... ¡Ay,
deme un consejo!
ARBENIN. - Yo no doy consejos.
PRÍNCIPE. - Entonces... me sentaré de
nuevo...
ARBENIN. - (De pronto, tomándolo del brazo).
¡Espere un poco! Me sentaré yo en su lugar. Usted es joven, yo
también fui joven y sin experiencia como usted, engreído, y si...
(Haciendo una pausa) alguien me detenía, entonces... (Mirándolo
fijamente y luego cambiando de tono). Deme usted valientemente la mano,
deseándome buena suerte. De lo demás no se preocupe, es asunto
mío. (Acercándose a la mesa y ocupando un lugar). No rechacen a
este inválido. Quiero probar también ahora mi destino. Veremos si
ahora la suerte protegerá a su antiguo esclavo.
KAZARIN. - No pudo resistir... Se encendió aquel
viejo fuego. (En voz baja) Y ahora no hagas mal papel y demuéstrales
qué significa enfrentarse con un viejo jugador.