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En síntesis, la conciencia individual es para sí misma la verdad. En el estoicismo, esto acontece porque ella considera sus ideas sobre el mundo como las únicas verdaderas y el mundo mismo en su consistencia peculiarmente verdadera desaparece, se esfuma detrás de ellas. Inversamente, en el escepticismo, la conciencia individual ve su libertad y omnipotencia en el hecho de que ella no adhiere efectivamente a ninguna verdad, sino que se mantiene libre de las verdades. De ambas posiciones, en implicación dialéctica, resulta la actitud de la conciencia infeliz. Ésta, como conciencia individual, se mantiene escindida en sí misma entre ambos puntos de vista, y en esto radica lo trágico de su situación. Aquí ella se sabe dividida, suspensa en la dualidad, entre su propio ser y otro mundo distinto de ella.

La conciencia infeliz se presenta como una figura de la conciencia individual subjetiva; la religión se relaciona ocasionalmente con esta figura, así como con otras. Tal figura tiene, en Hegel, una máxima generalidad y no expresa específica e integralmente el fenómeno religioso ni ninguna religión determinada. Si Hegel describe la conciencia infeliz apelando a términos y a contenidos vivenciales tomados de la experiencia religiosa y concretamente del cristianismo medieval es con el propósito de ejemplificar y también porque esta figura le permite indagar y reflejar un aspecto fundamental de la conciencia religiosa. Esto ha sido bien notado por Josiah Royce: "Considerada, por decirlo así, metafísicamente, implica una interpretación evidentemente individual de la relación del individuo con el universo. Lo que la conciencia infeliz busca, puede, pues, llamarse Dios. Podría también llamarse Paz o el yo ideal".

Por las razones que acabamos de consignar no nos parece en lo fundamental acertada la interpretación de Jean Whal (en un libro, por lo demás, hermoso, de fino análisis y de sugestiva exégesis, sobre este aspecto esencial de la filosofía de Hegel), que centra la conciencia infeliz en el ámbito de la conciencia religiosa, dando por supuesto que tal como se presenta dicha figura, en la Fenomenología, abre una perspectiva necesaria para asignarle esa proyección. Así, nos dice, subrayando un pasaje de la Filosofía de la Religión, de Hegel: "... Al mismo tiempo que, por su desgracia, la conciencia individual deviene universal, simultáneamente lo universal deviene sujeto, pasando por las tres etapas del reino del Padre, del reino del Hijo y el reino del Espíritu, es decir de la generalidad, de la particularización y de la unidad final en el sujeto que es el objeto. Pero la Fenomenología no debe ver las cosas desde este punto de vista noumenológico. Ella no puede más que hacernos entrever su posibilidad, su necesidad".

Desde el punto de vista metafísico, la conciencia infeliz expresa la relación del individuo con el mundo y los conflictos, tensiones y desgarramientos que para la conciencia se originan de tal relación. Royce, en su interpretación de esta figura central de la Fenomenología del Espíritu escribe: "si la conciencia infeliz se da en una persona en una determinada fase, esa persona usará, por supuesto, la terminología de su fase. Pero considerada como una experiencia personal, la conciencia infeliz es una búsqueda de la tranquilidad, tranquilidad conquistada por la unión entre el individuo y su propio ideal, entre el yo inferior y el yo superior".

Lo frecuente, lo testimoniado por la historia es que, en esta figura, el Weltgeist hegeliano "se busca a sí mismo a través de algún tipo aislado de devoción religiosa... Lo divino que busca es sólo el alivio feliz de sus penas que persigue a través de sus devociones. En suma, su religión es una fantasía de su conciencia interior, aunque sus relaciones sociales con alguna iglesia real pueden dar un significado más profundo al proceso que solo él (el Weltgeist) puede reconocer".

 
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