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El influjo de la Fenomenología ha sido múltiple y fecundo en el dominio propiamente filosófico, en el de la lógica especulativa y en el de las ciencias del espíritu y de la cultura (históricas). Han arrancado de la Fenomenología, o la han tenido implícitamente en cuenta, casi todos los esfuerzos contemporáneos que se han propuesto una renovación de la dialéctica. E incluso cuando por motivos especulativos puros se ha llevado de preferencia el interés a la concepción hegeliana de la Lógica, también en este caso ha debido reconocerse que, para comprender el proceso dialéctico de la metafísica hegeliana, el antecedente imprescindible lo constituye la Fenomenología. Así, G. Gentile, al insistir en la necesidad de estudiar la Lógica de Hegel, afirma categóricamente que para ello "conviene retomar el estudio de la Fenomenología, sin la cual aquélla es una esfinge cuyo enigma no podrá jamás develarlo ningún Edipo".

La permanente actualidad de los temas medulares de Phänomenologie des Geistes, así como el interés que suscita el genial enfoque de los mismos, es índice elocuente de la vitalidad de la obra y de la prospección de su pensamiento.

En la Fenomenología del Espíritu, Hegel expone el fenómeno del espíritu, en lo principal, como fenómeno de conciencia. Hay un estado del espíritu en el que éste, como espíritu individual, está referido a un objeto; es lo que Hegel llama conciencia.

El movimiento dialéctico del espíritu, a través de su recorrido, se realiza por oposiciones, las que deben ser levantadas. A la oposición la autoconciencia la lleva en sí, y merced a ella ésta tiene que ser otra cosa, y, a la vez, sí misma. Cada autoconciencia ha de realizar esta doble situación. En virtud de tal contraste implícito, la conciencia es impulsada a un devenir. El camino que ella recorre hay que entenderlo como un proceso de la formación y realización cónfiguradora -"movimiento de su configurar"-; serie de figuras que el alma atraviesa, recorre, así como estaciones que le son puestas por delante por la propia naturaleza productiva.

Tal como nos lo revela el trámite metódico que sigue Hegel, el movimiento configurador productivo constituye el contenido peculiar y relevante de Phänomenologie des Geistes. Así, por un lado nos enfrentamos a un movimiento y desarrollo de la conciencia; por otro a un nexo ontológico objetivo, con el que viene a compenetrarse, de modo cada vez más íntimo e intensivo, el propio movimiento de la conciencia. Es precisamente por esta circunstancia que esta última cobra una significación substancial.

Como Hegel nos advierte, por el pensamiento el objeto se mueve en conceptos, que para él tienen el valor de un ser en sí distinto, el cual, desde el punto de vista de la inmediatez no es, para la conciencia, un ser absolutamente distinto de la conciencia misma. Lo representado, lo figurado, lo que el ente (Seiende) es como tal, tiene una forma de ser que difiere de la conciencia. Empero, un concepto es, a la vez, un ente, constituyendo esta diferencia, en tanto reside en él mismo, su contenido, el cual, por ser al mismo tiempo concebido, adquiere conciencia inmediata de su unidad con este ente determinado y distinto. Tal concepto es para mí inmediatamente mi concepto, mientras que en la representación la conciencia tiene en particular que recordar que aquélla es su representación. "En el pensar yo soy libre, porque yo no soy en otro, sino que simplemente permanezco en mí mismo, y el objeto, que para mí es la esencia, es, en inescindible unidad, mi ser-para-mí, y mi movimiento en conceptos es un movimiento en mí mismo".

Estamos aquí frente a una figura de la autoconciencia, cuya determinabilidad la hace conciencia pensante en general y cuyo objeto es la unidad inmediata del ser en sí y del ser para mí.

 
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