CAPITULO I
El veinticinco de septiembre de 1970 era el día indicado por la
agencia de viajes para embarcarme en Valparaíso, de Chile, rumbo a Europa, en un
transatlántico italiano, llamado Donizetti. En él, tenía reservado pasaje;
camarote número doscientos dos, clase turística, seis camas.
No era esta mi primera travesía marina. Hacía un año,
aproximadamente, que había salido de Barcelona, en España, y llegado a la costa
oriental sudamericana, exactamente a Río de Janeiro. Por este motivo, mi segunda
partida no me producía el nerviosismo y ansiedad que sentí aquel uno de octubre
de 1969, cuando desde aquella ciudad mediterránea emprendí rumbo a América.
Ahora ya tenía sobre mis espaldas, aunque mejor diría bajo mis pies,
muchos kilómetros recorridos.
Una hora antes de la indicada por mi agencia de viajes, me dirigí
al muelle. La salida estaba anunciada para las seis de la tarde.