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DOS: De todos modos, los resultados tecnológicos siempre van a favorecer un dogma si éste tenía como intención justamente conducir a esos resultados. Quiero decir, es indudable que hay moléculas que dan lugar a otras moléculas en el interior de la célula, que modificando una puedo obtener otra molécula que no saldría de ahí de otra manera. Todo eso es ayudado por el dogma, que dio sentido a los procesos de acuerdo a lo que la tecnología se proponía obtener: proteínas. Como dice Heidegger, el modo actual de entender al ser es como una fuente de recursos. Se trata de forzar, de torcer a la naturaleza para obtener algo de ella. Si por añadidura se obtienen otras cosas que no se espera­ban, eso se deja en el margen de la atención. Como sea, un resultado tecnológico no prueba la verdad de una teoría, por más que sí lo haga para la gente que lee los resultados en el diario, o aprovecha los medi­camentos obtenidos por esos medios. Pensemos que todavía se hacen cálculos con las fórmulas de Newton para poner satélites en órbita, sólo porque son más sencillas que las de Einstein y constituyen una buena aproximación a la ?realidad?. Recordemos que esas fórmulas se establecieron sobre la suposición de la existencia de una realidad meta­física llamada ?fuerza?, que en la teoría de la relatividad ha sido reem­plazada por la noción de ?curvatura del espacio?. Que se obtengan, entonces, resultados tecnológicos a partir del dogma no prueba que existe algo como una ?información? que cambia de soporte pero se mantiene como hilo conductor de los procesos celulares. Siguiendo de nuevo a Hume: hemos probado que hay sucesiones de hechos que se repiten, no la causa de la repetición. Para una madre el hijo se enfermó a causa de que no se lavó las manos antes de comer. Para el médico, se enfermó a causa de una bacteria que tenía en los dedos sucios. Para un biólogo molecular, se enfermó a causa de las toxinas generadas por esa bacteria. ¿Cuál es la verdadera causa? ¿Estará la causa en el nivel cuán­tico? Pero aquí la noción misma de enfermedad parece perder sentido. En última instancia, el suelo que da sustento al concepto de enferme­dad sigue siendo la preocupación de la madre por el hijo que no se siente bien. Somos hombres. No podemos evitar ver la realidad antro­pomórficamente. 

MEG: Es posible, pero varios puntos del proceso que nos ocupa han sido probados desde hace mucho tiempo: que mientras un gen se transcribe puede detectarse un híbrido fugaz ADN/ARN dentro del núcleo, que el ARNm consiste en una serie de nucleótidos exactamente complementarios a una de las hebras del gen, que ese mensajero sale del núcleo al citoplasma, que una vez allí se asocia a ribosomas y que éstos ribosomas fabrican finalmente la proteína. En cuanto al hilo conductor entre estos puntos, sabemos que un ARN mensajero tenderá a traducirse, aún fuera de una célula, si el sistema contiene todos los elementos indispensables (aminoácidos, ribosomas, ARN de transfe­rencia). Ni siquiera es necesario que todos estos elementos provengan del mismo organismo. Uno puede mezclar ribosomas y mensajero de conejo y ARNs de transferencia bacterianos y el sistema seguirá fun­cionando. Esto nos habla de una especie de devenir universal, de un sentido de circulación de algo. ¿Puede ese ?algo? ser llamado informa­ción? No conocemos una alternativa mejor. De lo contrario debería­mos hablar de alguna ?fuerza vital? o ?esencia?, pero los biólogos de hoy en día no podemos arriesgarnos a ser tildados de vitalistas, y mu­cho menos de supersticiosos. Así que nos aferramos al dogma de la circulación de información gen-ARNm-proteína. Habrá que reconocer entonces que las cosas no cambiaron mucho desde que los hijos de Hipócrates fundaron la secta del Dogmatismo en la antigua Grecia, secta que propagó que no tenía sentido seguir investigando, puesto que Hipócrates ya había establecido todo lo esencial. Lo cierto es que el modelo de expresión génica funciona y rinde frutos valiosos. Frente a la contundencia de este valor utilitario y práctico, la consideración de casos excepcionales que lo contradicen parece soslayable y la búsqueda de la identificación de esa esencia informativa que se transmite resulta postergable. Algún día sabremos realmente qué es lo que pasa. Por ahora nos basta con saber qué parece que pasa, y sacarle todo el prove­cho posible.

DOS: ?Algún día sabremos realmente qué es lo que pasa?. Quizás esa sea la mejor expresión del sentido de la ciencia. Ya lo dijo Kant: el conocimiento de la realidad en sí es el ideal de la ciencia. Como todo ideal, alcanzarlo nos dejaría sin impulso para seguir. Creer que es inal­canzable nos llevaría a cruzarnos de brazos. La realidad es la zanahoria atada al palo atado a la cabeza del burro: nunca la comeremos, pero al menos nos hace caminar, avanzar, ampliar cada vez más el ámbito de lo conocido. Buscar detrás del fenómeno nos impulsa a ir hacia nuevos fenómenos, a transformar el mundo. No llegamos a donde queremos, pero al menos estamos en otra parte que al principio. Ese ?algún día? no es demasiado distinto del ?había una vez? de los cuentos infantiles. La diferencia es que el cuento, como el mito, ubica la verdad de la vida en el pasado. El ?alguna vez? lo ubica en el futuro.

 

 
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El logos de la vida - Un diálogo filosófico acerca de la biología molecular de  M. E. Grimaldi, D. O. Stchigel   El logos de la vida - Un diálogo filosófico acerca de la biología molecular
de M. E. Grimaldi, D. O. Stchigel

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