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CAPÍTULO 1

EL DOGMA FUNDAMENTAL DE LA BIOLOGÍA

DOS: Desde que Kuhn introdujera en el campo de la epistemolo­gía la idea de Paradigma, ha sido tan usada que terminó por diluirse. Creo, sin embargo, que sigue siendo útil para ubicarnos en el contexto de una disciplina científica preguntarnos por sus supuestos metafísicos y epistemológicos, teniendo en cuenta que el objeto de estudio ya no es un criterio adecuado para distinguir disciplinas. En todo caso, como dice Husserl, no se trata tanto del objeto mismo, sino del modo como se nos da, es decir, del modo como lo consideramos. Y en ese modo de tomarlo juega un papel fundamental eso que llamamos paradigma. Supuestos los hay desde la época de Platón, cuando la única ciencia que había cobrado independencia respecto de la filosofía era la mate­mática. Platón lo sabía. Ella tiene sus supuestos, a los cuales Platón llamaba ?hipótesis?. Son los elementos con los cuales la matemática construye las demostraciones de sus teoremas. Debemos aceptar la verdad de esos elementos, o nada quedaría probado. Por eso Platón llamaba a la matemática ?ciencia hipotética?, es decir, ciencia con para­digma. La biología cuenta también con sus elementos de construcción. Se trata de teorías sumamente amplias y difusas, como la de la evolu­ción, o de principios interpretativos, algo así como grandes metáforas fundadoras de teorías interpretativas, que hacen de la biología una hermenéutica más que una descubridora de leyes universales. Un ejemplo sería el Dogma Fundamental de la biología molecular. Ya el hecho de que se lo llame Dogma indica que se lo tratará como una verdad indiscutible, como los fundamentos de un credo religioso. El dogma es una confesión de fe. Si uno no cree en él no puede pasar las puertas de la biología actual, igual que no podían entrar a la Academia platónica quienes no supieran geometría (es decir, quienes no tuvieran la creencia racional fundada en la verdad de las hipótesis matemáticas). Ese dogma dice que la información necesaria para fabricar un orga­nismo (o para que un organismo se fabrique a sí mismo) está contenida en los genes. Pero, ¿es esto una realidad, un supuesto incuestionable, o una expresión de deseo que guía teleológicamente (como fin) el desa­rrollo de la genética hasta ahora, y quizás a partir de ahora ya no más?

MEG: Cierto es que la biología, como toda otra ciencia natural, construye sus conocimientos sobre la base de hipótesis planteadas a priori que pretenden ser corroboradas a través de la experimentación, más que por el mero ?descubrimiento? de la realidad. De esta manera, pienso que va construyendo su propio camino. De hecho, el Dogma Central de la biología molecular nació como una hipótesis que debía ser corroborada. Su propio autor, Francis Crick ?quien llegó en vida a reconocer su error?, hizo que apareciera publicado con esa arrogante calificación de ?dogma?, y eso permitió que más tarde se estableciera como tal. Muchos todavía creen que fue descripto como ?dogma? a posteriori, luego de probarse su universalidad. Hacia 1961 ya se conocía la relación que existe entre los genes ?segmentos de moléculas de ADN que residen permanentemente dentro del núcleo de toda célula animal

o vegetal? y las proteínas, verdaderos ?obreros? que median todos los procesos fisiológicos esenciales y están distribuidas por todos los espa­cios intra e intercelulares. Se aceptaba que cada gen proporcionaba la información necesaria para la síntesis de una proteína, proceso que ocurre en el citoplasma celular. Este es el llamado ?Principio de coli­nearidad?. Pero estos datos abrían nuevos interrogantes: 1) De qué manera se transmite la información de un compartimiento (el núcleo) a otro (el citosol) de la célula y 2) Cómo puede una dada secuencia de nucleótidos de un gen dar lugar a una secuencia específica de aminoá­cidos de una proteína. Para responderlos, Crick propuso la existencia de una molécula adaptadora que tuviera a la vez la capacidad de unirse a un aminoácido específico y la de reconocer una secuencia específica de ADN. Por sus características, adecuadas para esta función interme­diaria, propuso que podría tratarse de una molécula de ARN, de mane­ra que el flujo de transmisión de la información genética iría del ADN al ARN y del ARN a cada proteína de manera unidireccional e irreversi­ble. Estos dos pasos sucesivos, que en conjunto conforman la ?expre­sión genética?, se dieron en llamar ?transcripción? el primero y ?tra­ducción? el segundo, tomando prestadas las primeras acepciones de estas palabras (copia en el mismo lenguaje y pasaje de un lenguaje a otro, respectivamente). El hecho de que se obtuvieran a lo largo de los años múltiples pruebas experimentales de este esquema contribuyó a que se solidificase como un paradigma indiscutido de la biología. Sin embargo, como todo en la vida, y también en la ciencia, nada es eter­no... ¿Te imaginas qué pasó?

 
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El logos de la vida - Un diálogo filosófico acerca de la biología molecular de  M. E. Grimaldi, D. O. Stchigel   El logos de la vida - Un diálogo filosófico acerca de la biología molecular
de M. E. Grimaldi, D. O. Stchigel

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