"Cuando subimos a nuestras habitaciones, la señora
Brown telefoneó inmediatamente para pedir la cuenta. Se la mandaron y era
de 600 dólares. La vi. La tía Maggie se desmayó. La
acosté en un canapé y le solté el rosario.
"-Hija mía -me dijo, al volver en sí-.
¿Qué ha pasado? ¿Es un aumento del alquiler o un impuesto a
la renta?
"-Sólo una cenita -dije-. No hay motivo para
preocuparse: apenas una gota de agua en la Bolsa. Atención y mire lo que
hace.
"¿Sabe usted qué hizo entonces la tía
Maggie? ¡Se asustó! Me sacó precipitadamente del hotel
Bonton a las nueve de la mañana siguiente. Nos fuimos a una casa de
pensión del West Side inferior. Alquiló un cuarto que tenía
el agua en el piso de abajo y la luz en el piso de arriba. Cuando nos mudamos
allí sólo se veían en la habitación vestidos nuevos
por valor de unos 1.500 dólares y una cocina de gas de un solo
mechero.
'La tía Maggie había sufrido un repentino ataque
de tacañería. Creo que cualquiera debe permitirse una francachela
una vez en su vida. Un hombre gasta lo suyo en copas y una mujer se entusiasma
con los vestidos. Pero cuando hay cuarenta millones de dólares...
¡caramba! Me gustaría tener un retrato de... Pero, a
propósito de retratos... ¿conoció usted alguna vez a un
dibujante de los periódicos llamado Lathrop? Un hombre alto... Ah,
sí... Yo se lo había preguntado ya... ¿verdad? Fue
amabilísimo conmigo durante la cena. Su voz me fascinaba. Creo que me
suponía heredera del dinero de tía Maggie.
"Y bien... Con tres días de esa economía
doméstica liviana me bastó. La tía Maggie estaba más
afectuosa que nunca. Casi no consentía que me alejara de su lado. Pero
déjeme que le cuente. Era una tacaña de Tacañeville,
distrito del Tacañismo. Fijaba un límite de setenta centavos
diarios. Nos preparábamos la comida en el cuarto. Y ahí me
tenía usted, con vestidos de última moda por valor de mil
dólares y haciendo cosas sobre una cocina de gas de un solo mechero.