-Yo iba a hablarle de eso cuando usted me interrumpió
-dijo la señorita Bates-. Naturalmente, usted conoce a Maggie Brown, que
se hospeda aquí Bueno: pues posee 40.000.000 de dólares. Vive en
Jersey, en un departamento de diez dólares. Tiene siempre más
dinero a mano que media docena de candidatos a la vicepresidencia. No sé
si lo guarda en la media o no, pero sí sé que es
popularísima en el sector de la ciudad donde adoran al becerro de oro
Pues bien: hace dos semanas, la señora Brown se detuvo ante la puerta y
se burló de mí durante diez minutos. Yo estaba sentada de costado,
haciendo varias copias carbónicas de un negocio de minas de cobre para un
viejo ricachón de Tonopah. Pero siempre veo todo lo que pasa a mi
alrededor. Cuando trabajo de firme, veo las cosas por entre mis peinetas
laterales, y me basta con dejar suelto un botón de mi blusa en la espalda
para ver quien está detrás de mí No miro, porque gano de
dieciocho a veinte dólares semanales y no tengo por qué mirar.
"Esa tarde, a la hora de irse, la señora Brown me
regreso al Acrópolis Hotel con palabras como las siguientes, o al menos
muy parecidas:
-Bueno.. . ¿, Cómo marchan sus cuentos?
-Bastante bien -dije-. Vienen y se van.
-Perdón -dijo ella-. En un cuento, lo más
importante es pasarlo debidamente a máquina. Usted me habrá echado
de menos ... ¿no es así?
-Ninguna de las muchachas que he conocido sabe distribuir tan
adecuadamente como usted las hebillas de cinturón, los puntos y comas,
los huéspedes de hotel y las horquillas. Pero también usted ha
estado ausente. Días pasados vi en su lugar un paquete de
menta-pepsina.