Pero era la flecha del Parto. Cesarina había dejado de
resistir. Por primera vez, sentíase frente a una voluntad resuelta, y Godefroy
tenía demasiado poca costumbre de desplegar energía para no extremar su actitud.
En cuanto a Bonchamp, estas riñas de familia lo divertían mucho. Escuchó a su
amigo sin pestañear, y cuando Godefroy hubo concluido su perorata:
-Te felicito -dijo.- Has hablado tres minutos sin decir un
disparate.
Dada la tensión a que había llegado, Godefroy hubiera debido
enojarse por esta salida; pero vino un incidente a distraerlo. Tocaron la
campanilla en la puerta de fierro y Godefroy se sobresaltó. ¿Sería el oficial?
Casi inmediatamente, se abrió la puerta del salón, y el sirviente anunció:
-El capitán Daniel.