"Estimado señor:
"Sólo una línea para decirle que mi
pequeña Myrtil estaba desahuciada...
Después de cuatro botellas... aumentó ocho libras
en nueve semanas, y todavía sigue tirando. "
Y luego la huevera de tinta salía del armario y se
escribía la carta, y mamá compraba un giro postal en camino al
trabajo a la mañana siguiente. Pero era inútil. Nada hacía
que Lennie siguiera tirando. Ni siquiera cuando lo llevaban a pasear al
cementerio tomaba un poco de color; una buena sacudida en el ómnibus
nunca le aumentaba el apetito.
Pero desde el principio fue el nene de la abuela...
-¿De quién eres tú? -decía la vieja
mamá Parker, enderezándose junto a la cocina y yendo hacia la
sucia ventana. Y una vocecita tan cálida, tan cercana que casi la ahogaba
(parecía salir de su pecho debajo del corazón) se reía y
decía: "¡Soy el nene de la abuela!".
En ese momento se oyó un ruido de pasos y
apareció el literato vestido para salir.
-Señora de Parker, voy a salir.
-Muy bien, señor.