Por otra parte, como explicaba a sus amigos, el
"sistema" era muy simple, y no podía entender por qué la
gente hacía tanto problema de la limpieza de la casa.
-Uno ensucia simplemente todo lo que tiene, toma una bruja que
limpie una vez por semana, y ya está.
El resultado parecía un basurero gigantesco.
Hasta el piso estaba cubierto de restos de tostadas, sobres,
colillas de cigarrillos. Pero mamá Parker no le guardaba rencor.
Sentía pena por el pobre y joven señor que no tenía a nadie
que se ocupase de él. Por la ventanita tiznada se podía ver una
inmensa extensión de cielo triste, y cuando había nubes
parecían muy gastadas, nubes viejas, deshilachadas en los bordes con
agujeros o manchas oscuras como de té.
Mientras se calentaba el agua, mamá Parker empezó
a barrer el piso. "Sí", pensó, mientras la escoba
golpeaba, "entre una cosa y otra he tenido lo mío. He tenido una
vida dura".
Aún los vecinos decían eso de ella. Muchas veces,
cuando volvía a su casa rengueando con la red, los oía, esperando
en las esquinas, o inclinándose sobre las barandas, decir entre ellos:
"Ha tenido una vida dura, esa mamá Parker". Y era tan cierto
que no se sentía en lo más mínimo orgullosa de ello. Era lo
mismo que si le hubiesen dicho que vivía en el subsuelo al fondo, en el
número 27. ¡Una vida dura!...