El alboroto había sido ocasionado por Klaas, el corpulento
perro groenlandés de maese Hersebom, que al ver pasar y repasar a Tudor Brown,
cuyo aspecto le desagradara sin duda, y después de manifestarle su hostilidad
con sordos gruñidos, acabó por precipitarse hacia él para morderle las piernas;
Tudor Brown había sacado un revólver del bolsillo, y ya iba a disparar cuando
Otto llegó a tiempo de impedirlo, enviando a Klaas a la perrera.
Entonces habíase promovido una cuestión bastante viva. Tudor
Brown, pálido de cólera o de espanto, quería matar al perro a todo trance; pero
maese Hersebom, llegando al punto, protestó contra semejante empeño. El capitán
se presentó oportunamente para poner término a la contienda, rogando a Tudor
Brown. que guardase su revólver y disponiendo que se tuviera a Klaas sujeto con
cadena.
Este ridículo incidente fue el único ocurrido durante los
primeros días del viaje. Todos se acostumbraron poco a poco al mutismo y al
extraño proceder de Tudor Brown, y en la mesa se acabó por no hacer caso de él,
creándose cada cual sus costumbres y distracciones. El señor Malarius, después
de permanecer dos días en cama, se halló en estado de tomar parte en las
interminables partidas de whist con el doctor y su amigo Bredejord; y Erik, muy
ocupado en su servicio, consagraba a la lectura todos sus ratos de ocio. La
navegación del Alaska seguía su curso regular.
El 11 se había pasado de la isla de Oland; el 12 franqueábase
el Sund, llegándose a Skager Rack el 13; el 14 se dio vista a Heligoland; y,
penetrando en el Paso de Caláis el 15, doblóse el cabo de Hague el 16.
En la noche siguiente, a eso de las doce, Erik, que dormía en
su camarote, se despertó de pronto y llamóle la atención el profundo silencio
que reinaba en el buque, pues ni siquiera se oía la trepidación de la hélice. No
era cosa de inquietarse, pues el oficial Kjillquist estaba de cuarto; pero
levantóse por curiosidad a fin, de ver qué ocurría.
Entonces supo por el maquinista que la espiga de la bbmba de
circulación estaba averiada, lo cual había exigido la extinción de los fuegos;
de modo que en aquel mo mento navegaban con vela a favor de una escasa brisa del
Sudoeste.