Pablo, puedes bien reflexionar sobre el tema. "La comida para el estómago y el estómago para la comida, pero a ambos deshará Dios". Así dice Pablo. Es bajo confesarlo, pero mucho mas bajo es hacerlo, cuando el hombre torna vino blanco, y vino tinto, transformando su gaznate en un tubo pestilente, a causa de esta desmesura. El Apóstol dice tristemente llorando: "Van por el mundo muchos de estos hombres, lo digo ahora llorando y en tono triste. ésos son los enemigos de la cruz de Cristo, su destino es la muerte, su único dios es su estómago". ¡Oh estómago, vil recipiente pleno de cosas corruptas! ¡Qué trabajo y precio exiges a los que te quieren abastecer! ¡Cómo tienen que batir, colar, machacar para transformar las sustancias en cosas agradable para satisfacer su boca golosa! De los duros huesos sacan el tuétano y ni pierden nada que pueda resultar dulce y suave al garguero. Con cortezas y picantes, y raíces y hojas se prepara la sabrosa salsa para el glotón, que ha de procurarle apetito. Pero el que busque esos placeres, con seguridad esta muerto mientras siga en este vicio. En el vino hay lascivia y la beodez está llena de agresividad y pena. Borracho: tu cara está deformada, tu aliento es pestilente, es feo abrazarte y el ruido que sale de tu nariz ebria parece decir continuamente: ¡Sam-soun, Sam-soun! Y no obstante, Sansón nunca tomó vino, Dios bien lo sabe. Te derrumbas como un cerdo herido, pierdes el habla y también el amor a la corrección, ya que la beodez es la tumba de la discreción y el entendimiento. Es sabido que aquél que es dominado por la bebida no puede mantener secreto alguno.
Por eso tendrás que abstenerte del vino blanco y tinto, y muy en particular del vino blanco de Lepe que se expende en Fish Street o Cheapside. Ese vino español es tan fuerte que contamina a los otros vinos con su aroma; y desprende tales emanaciones, que quien beba dos o tres sorbos, aunque no se aleje de su tierra ni de Cheapside, se sentirá transportado, no ya a Burdeos ni a la Rochela, sino al pueblo de Lepe en España y comenzará a decir ¡Sam-soun, Sam-soun!
Pero les pido, señores, que oigan con atención una única cosa: todos los grandes sucesos, las victorias de que habla el Antiguo Testamento, se consiguieron con ayuda de Dios mediante oración y abstinencia. Acudan a la Biblia y podrán verificarlo. Fíjense en Atila, el gran conquistador, y verán que murió en la desgracia y el oprobio, sangrando su nariz mientras dormía borracho. Todo gran capitán debe vivir sobriamente. Más aún, tened en cuenta lo que ordenaron a Lemuel -vean que digo Lemuel y no Samuel-, en la Biblia lo verán expresamente citado: cómo les dieron vino a los que no querían observar la justicia.
Nada más; por ahora esto basta.