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Llegado el fin de año pasamos las Navidades más tristes que yo recuerde y para evitar algún tipo de represalia o en mi caso, precipitar lo que presentía, asistimos con nuestras hijas, a la fiesta que la compañía hacía a los hijos del personal. Se aparentaba que todo fuera muy normal a pesar de la brutal persecución que sufríamos los trabajadores por el simple hecho de habernos identificado con el gobierno que habíamos votado en elecciones libres y democráticas.

Ese fin de año también recibí una citación a reunión del directorio del IST, me llamo la atención porque en mi calidad de director suplente asistía a una sola reunión que se hacía en mayo de cada año y en la citación había autoridades militares lo cual no me causaba ninguna gracia. No era bueno reunirse con militares, pero igual tuve que asistir.

En realidad se trataba de normalizar el directorio paritario que exigía la ley para lo cual fui confirmado como director titular en reemplazo del director Rojo, muerto durante los primeros días del golpe militar. Recuerdo el enérgico discurso que hizo uno de los marinos asistentes recalcando la obligación que teníamos todos de cumplir nuestro cometido en la mutual de seguridad con mucha seriedad y responsabilidad para el bien de la patria.

Año 1974

Empezamos el año, esta vez con muchas preocupaciones e incertidumbres, la junta militar no dejaba de presionar y amenazar a todos los que no estaban de acuerdo con ellos, los llamaba ?marxistas? y era común escuchar a los militares por radio y televisión decir que no descansarían hasta ver a todos los marxistas muertos o encerrados.

En realidad no era muy saludable vivir en Chile, así fue como empezó una verdadera psicosis por irse del país, muchos eran detenidos y expulsados por los militares y miles más eran desocupados por razones políticas que buscaban en las embajadas una visa para emigrar.

Por mi parte, a pesar de que todos decían que pronto caería, seguía pensando que para bien o para mal debía permanecer en el país, por otra parte mi arresto no se producía. Por eso y para mantenerme lo más ocupado posible me dedique a trabajar intensamente, presentaba proyectos e ideas para mejorar la seguridad y el funcionamiento del comité paritario de la fábrica, pero me daba cuenta que nadie me prestaba mucha atención. Solamente mi actividad en el IST me mantenía ocupado. Se hicieron frecuentes las reuniones, cenas de trabajo y visitas a fábricas asociadas. Estas actividades ocupaban mi tiempo libre y me permitían salir de mis preocupaciones.

Recuerdo una visita que hicimos, con otros directores, a la fábrica de monedas de El Belloto localidad ubicada entre Viña del Mar y Villa Alemana. Fue con ocasión de la entrega de certificados de un curso de seguridad realizado por la mutual. En esa oportunidad y al momento de compartir un copetín con los participantes al curso, un divertido y simpático trabajador se ofreció para contar un cuento,[4] que fue celebrado de inmediato por sus compañeros. Los directores, y en especial los representantes de las empresas, no podíamos siquiera imaginar su contenido.

Decía el cuento: ?Dos conejitos estaban comiendo pasto cerca de la ruta, cuando de pronto vieron venir corriendo a toda velocidad a otros conejitos, uno de los cuales les gritó:
?¡Rajemooos! ?a lo cual los dos conejitos se sumaron a los otros corriendo velozmente. Hasta que uno de ellos le dijo al otro:

??¡Pará! ¡Pará! ¿Y porque estamos escapando?

?Y uno del grupo le contestó: ?Porque vienen los milicos matando a toda la gente.

?Entonces el conejito se detuvo y dijo: ?Y qué tiene que ver, si nosotros somos conejitos, no personas.

?A lo que el otro le contestó: ?¡Ahhh! ¿Y cómo se lo hacés entender??

Claro que sólo hubo unas disimuladas y temerosas sonrisas y los directores y gerentes mantuvieron un sepulcral silencio. No era para menos un cuento de ese contenido era suficiente motivo para ser arrestado por los militares.

§

 
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Historia de una vida - Primera parte (1942-1975) de Víctor Hugo Leiva   Historia de una vida - Primera parte (1942-1975)
de Víctor Hugo Leiva

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