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Supervisor de Seguridad

Ahora voy a contarles cómo es que pude llegar a ser supervisor de seguridad de la fábrica de cigarrillos. Hasta ese momento el jefe de seguridad, era la única persona que estaba a cargo de promover y desarrollar actividades de prevención y con la nueva legislación que puso en vigencia los Comités de Seguridad se hizo necesario crear el cargo de supervisor de seguridad.

A mediados de 1972 se establecieron y publicaron las condiciones y el llamado a concurso para postular al nuevo cargo. En ese tiempo los sindicatos habían acordado con la empresa que todos los cargos vacantes serian concursados entre el personal y solamente en casos de no reunirse las condiciones requeridas se recurriría a la búsqueda externa.

De acuerdo a los requerimientos del cargo, solamente pudimos concursar cuatro personas, tres integrábamos el comité de seguridad y un cuarto que trabajaba en la oficina técnica.

Una vez publicadas las condiciones, inscriptos los postulantes y pasado el tiempo reglamentario se tomaron los exámenes.

Este concurso provocó una gran novedad y había expectativas por conocer al ganador, era la primera vez que un cargo de supervisor se concursaba libremente y con participación de control por parte de los sindicatos.

Rendí perfectamente el examen y confiaba en haber contestado todo bien, sobre todo las preguntas relacionadas con riesgos específicos durante la elaboración de cigarrillos.

En agosto de 1972 se publicó en las pizarras el resultado de los exámenes y mi nombramiento como supervisor de seguridad, dependiendo directamente del superintendente técnico de la fábrica. Mi dependencia de la parte técnica era solamente por una cuestión de organización, mis actividades de prevención estaban directamente relacionadas con el jefe de seguridad. De todas maneras en ese momento tan crucial de mi vida, fue muy importante el apoyo y la confianza que me brindo el superintendente técnico, del cual pase a depender y era mi nuevo jefe.

El hecho de haber logrado ganar el concurso para ocupar este nuevo cargo fue la culminación de mi trayectoria de ocho años en la fábrica, nunca nadie había podido llegar a un cargo de supervisor habiendo empezado como obrero de limpieza y en tan corto tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que hasta ese momento los supervisores eran todos del personal de confianza de la empresa y nombrados directamente por la gerencia. Fue todo un suceso, esta vez mis antiguos compañeros obreros, con verdadero respeto, volvieron a felicitarme y comentaban mi trayectoria, se sentían orgullosos porque uno de ellos pasaba a integrar el plantel superior de la fábrica.

La compañía por su parte promocionaba mi ascenso y me ponía como ejemplo para ponerse a tono con los nuevos tiempos políticos, un trabajador obrero era el nuevo supervisor de seguridad.

Por mi parte, pasado el proceso de postulación y selección, empecé a sentir la intranquilidad de lo nuevo, me sentía cohibido al pensar que era un ?capablanca?[2], que tendría que cambiarme nuevamente de vestuario y empezar a convivir con gente que habían sido mis superiores y que a partir de ese momento estaríamos en un mismo nivel.

Mis antiguas compañeras obreras, al verme pasar por los pasillos me saludaban y me hacían bromas relacionadas con mi nuevo cargo.

Recuerdo el día que me ordenaron mudarme de vestuario, no quería hacerlo y espere la hora del desayuno para no encontrarme con los jefes. Llegue con mis pertenencias cuando no había nadie en el vestuario, ocupe mi taquilla y volví a salir del vestuario como un intruso. En realidad no fue nada fácil el cambio, pasaron muchos días hasta que pude ambientarme entre los nuevos pares.

Hasta ese momento seguía usando mi capa gris de mecánico y seguía usando el comedor con mis amigos, no quería ni pensar en ponerme la capablanca que Patricia me tenía lista para usar y que en casa me probaba todos los días para ver mi nuevo aspecto. Casi un mes estuve resistiéndome a usar mi nuevo uniforme hasta que el jefe de seguridad y el presidente del comité de seguridad, prácticamente me obligaron a ponerme el guardapolvo blanco, lo cuál implicaba un cambio total en mi forma de vestir. Con la capablanca debía usar corbata, pantalones y zapatos de vestir, algo a lo que no estaba acostumbrado hasta ese momento.

Recuerdo mi primer día vestido de supervisor, salí del vestuario y me fui directo a mi oficina que estaba en otro sector del edificio para que no me vieran. Cuando llego la hora de ir a comer empezó el drama, no tenía hambre y estaba muy nervioso, en ese momento me vería todo el mundo y para rematar tendría que ir al comedor de los jefes, que eran los únicos que tenían comedor separado. Recuerdo cuando pasé por el comedor principal, todos me miraban y con el nerviosismo que tenía apenas alcance a escuchar algunas cargadas y silbidos, la misma situación al día del ingreso a la fábrica.

El segundo momento de nerviosismo fue al entrar al comedor de los jefes, todos me miraron con curiosidad, pero de inmediato continuaron comiendo como si nada. Mi problema era que no había un lugar donde ubicarme y estaba parado sin saber que hacer, de pronto veo que mi antigua supervisora me hacía señas para que me ubicara en su mesa donde me habían hecho un lugar. Al lado de ella me sentí seguro, además el grupo me recibió como uno de ellos, me felicitaron y también me hicieron bromas, pero con buena onda. A partir de ese día fui un integrante más de esa mesa, con lo cuál mi relación con el grupo de supervisores empezó de igual a igual y de una forma muy natural.

Mi vida en la fábrica empezaba a cambiar.

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Historia de una vida - Primera parte (1942-1975) de Víctor Hugo Leiva   Historia de una vida - Primera parte (1942-1975)
de Víctor Hugo Leiva

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