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Aparente normalidad

En Abril de 1974 la compañía contrató a un profesional en seguridad. La contratación se debió a la exigencia legal de contar con un experto profesional a cargo del Departamento de Seguridad.

En ese momento me llamaron para informarme sobre el nuevo profesional y pedirme colaboración para que le enseñara y me dijeron que mi cargo seguiría dependiendo de la división técnica de la fábrica. Todo me resultaba muy extraño y empecé a presentir la denuncia y el arresto. Mi preocupación no estaba errada al poco tiempo el ?experto? acaparaba todas las funciones y tareas de seguridad dejándome prácticamente sin trabajo en un acoso laboral descarado. Todo funcionaba con normalidad en la fábrica, pero la denuncia, persecución y hostigamiento a los que habíamos participado en actividades políticas era cosa de todos los días.

§

Ailin, Diego y Nahuel, Clara y Agustín, queridos míos: en esta parte del relato quiero contarles que toda esta situación la vivía totalmente en solitario, nada de esto sabía, ni la abuela Patricia y nadie de la familia para no preocuparlos. Entre mayo y junio del 1974 la situación en la fábrica era insostenible, presentía que mi arresto y despido era inminente. En ese tiempo es cuando empiezo a programar el escape y un hecho ocurrido en los días siguiente fue el que finalmente me hizo tomar la determinación de abandonar todo e irme del país.

Ese hecho se produjo en uno de los controles a que éramos sometidos al salir de la fábrica. Recuerdo que ese día, más que un control habitual parecía un operativo, nos esperaba una numerosa guardia de marinos con la cara pintada, todos estaban armados con ametralladoras y el oficial tenía una larga lista en sus manos. Recuerdo que instintivamente, como los presos, empezamos a sacar la credencial y a formar una cola para salir, pese a ello a los gritos los guardias nos empujaban y nos daban la orden de formar una fila para ir saliendo de a uno y mostrar la credencial de la compañía.

Cuando llegó mi turno presenté mi credencial para salir y el oficial después de buscarme en la lista, me devolvió la credencial y me ordenó:

?Continúe.

Justo en el momento en que empezaba a bajar los peldaños que faltaban hasta llegar a la puerta de salida, sentí que me atajan con algo muy duro apoyado sobre mi pecho y una voz que dijo:

?Ahí está mi teniente.

De inmediato se me cierra el paso y me doy cuenta del cañón de una metralleta contra mi pecho que me empujaba fuertemente, el teniente me pidió la credencial otra vez y empezó a revisar la lista desde el principio. Debieron haber sido un par de minutos los que tardaron en revisar, pero a mí me parecieron horas y cada vez que recuerdo ese momento sentí el dolor que me causaba la metralleta en el pecho. En ese momento escuché al teniente decirle al marino que me había señalado:

?El de la lista es Víctor Reyes, él es Víctor Leiva Reyes.

Y me ordenó que me fuera.

Esta vez salí muy apurado y a punto de caer por el nerviosismo, afuera estaba el ?Pegaso? que se llevaba a los detenidos y un marino armado me ordena que siga hasta nuestro transporte, sin detenerme.

Los micros que nos transportaban a casa se estacionaban en una calle lateral de la fábrica, subo al micro y me siento al lado de Osvaldo Saavedra, un electricista amigo, compañero de ideales y vecino del barrio, al cuál le empiezo a contar lo que me había sucedido. Recuerdo que Osvaldo para charlar con mayor tranquilidad me propone viajar a casa en transporte público. De inmediato nos bajamos del micro y nos fuimos caminando hasta la Avenida Brasil por donde pasaba el transporte hacía Quilpue.

Durante todo el viaje fuimos comentando la persecución y hostigamiento a que estábamos sometidos, él había sido denunciado de haber hecho un sabotaje eléctrico y lo tenían bajo amenaza de ser arrestado en cualquier momento si no denunciaba las actividades de sus compañeros técnicos.

Dos kilómetros antes de llegar a Quilpue le pregunto a Osvaldo:

? ¿Y si nos vamos a otro país?

A partir de ese momento continuamos hablando sobre que país seria el más adecuado para irnos y cómo y cuando lo haríamos. Nos bajamos del micro y durante todo el trayecto, hasta nuestras casas, lo hicimos planeando el viaje y quedando de acuerdo en que cada uno lo conversaría con su respectiva esposa.

Cuando llegamos al barrio había un gran revuelo, todas las mujeres estaban en las puertas de las casas esperando a sus maridos y el comentario era la detención de Víctor Reyes y dos vecinos más.

Patricia me vio llegar y salió a recibirme y aunque estaba contenta tenía los ojos anegados de lágrimas. Ante la mirada de nuestras hijas, abrazados entramos a nuestro hogar. Ese día le conté a Patricia por primera vez lo que me estaba sucediendo en la fábrica, la posibilidad de ser detenido y el proyecto de irnos del país que teníamos con Osvaldo Saavedra.

Lo que acabo de relatar fue el comienzo de los preparativos ante una decisión que ya estaba tomada.



[1] Cuerpo de policía nacional de Chile (N. del A.)

[2] Guardapolvos, delantal. Diferente al de color oscuro que usaban los obreros (N. del A.)

[3] Eran microbuses marca ?Pegaso? (N. del A.)

[4] En Chile ?cuento? también significa ?Chiste?, relato gracioso (N. del A.)

 
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Historia de una vida - Primera parte (1942-1975) de Víctor Hugo Leiva   Historia de una vida - Primera parte (1942-1975)
de Víctor Hugo Leiva

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