A fines de enero el directorio del IST acordó inaugurar una clínica que se acababa de construir en Puerto
Montt, ciudad ubicada al sur de Chile y todos los directores viajaríamos
acompañados por nuestras señoras.
Deseosos de salir del ambiente de temor que nos invadía,
inmediatamente empezamos los preparativos, Patricia se encargó de la ropa, las
valijas y por quien cuidaría a nuestras hijas. Seria nuestro primer viaje
importante y nada menos que en avión.
Recuerdo que salimos en auto hacía el aeropuerto de Santiago,
donde nos juntamos con otros directores y sus señoras y todos juntos embarcamos
en un avión de Lan Chile que nos llevó, en más de dos horas de vuelo,
hasta Puerto Montt.
La inauguración de la clínica estuvo acompañada por diversas
actividades con autoridades y visitas oficiales a distintos lugares de la
ciudad.
Por nuestra cuenta también hicimos circuitos de turismo que nos
permitió conocer lugares hermosos del sur de Chile; la isla de Chiloé, Puerto
Varas, el lago Llanquihue y los saltos del Petrohue, cerca de la frontera con
Argentina.
Durante toda la estadía estuvimos hospedados en el hermoso hotel
Vicente Pérez Rosales, comimos el famoso Curanto con chapaleles y por supuesto
los exquisitos mariscos crudos al limón en Angelmo, un lugar típico de Puerto
Montt.
§
A principios de año quedó en libertad el marido de nuestra
compañera supervisora de cigarreras, también con la orden de abandonar el país
en veinticuatro horas.
Por afinidad de pensamiento político y habiéndola tenido como jefa
durante casi toda mi carrera en la fábrica, nos habíamos hecho muy amigos y
compartíamos las preocupaciones por los rumores, denuncias, arrestos y
desapariciones que sufrían nuestros compañeros. Con ella formamos una red de ayuda integrada por
simpatizantes del gobierno derrocado que consistía en advertirnos mutuamente de
todos los comentarios o acercamiento con personas que se detectaban como
"soplones" de la compañía y de los marinos que ingresaron como "obreros" al día
siguiente del golpe.
En nuestro grupo habitual de desayuno y almuerzo, a pesar de no
compartir las mismas ideas, prevalecía la amistad que nos unía y siempre nos
estábamos dando consejos o ayuda para protegernos entre nosotros.
Recuerdo, en especial, la medicación que nos daba el enfermero,
previo al término de la jornada, para soportar con tranquilidad el control
militar a la salida de la fábrica, que por entonces se había convertido en una
verdadera ruleta rusa.
En Chile la ley de trabajo estipulaba como causa de despido la
falta sin aviso al trabajo durante tres días seguidos y como los arrestos
duraban más de tres días, la compañía continuaba con la denuncia de empleados
para despedirlos automáticamente después de ser arrestados.
Ese mes de marzo me anote en el colegio "Ortega y Gasset" para
continuar mis estudios. Se trataba de un colegio vespertino similar al que
asistía cuando abandone los estudios en el año 1957.
Los alumnos éramos una mezcla heterogénea de jóvenes repetidores
que no tenían cabida en los colegios diurnos y personas mayores que queríamos
volver a estudiar, lo cual hacía que las clases fueran un verdadero desastre y
el intento de reinicio de mis estudios termino en un nuevo
fracaso.