|
|
Páginas
1
2
3
4
5
6
7
(8)
9
10
11
|
|
Se levantó para irse. Después recordó
haberle dicho a sus hombres que aguardaban la hora del relevo -a los soldados
apostados adelante y al oficial detrás- que fuera cuando fuese
podían encontrarlo en la encrucijada del camino. Si abandonaba su puesto,
podían suponer que había tenido miedo del cadáver. No era
un cobarde, y no quería ponerse en ridículo ante nadie. Se
sentó una vez más, y para probar su valentía miró
audazmente al muerto. El brazo derecho -el más distante- se hallaba ahora
en la sombra. Apenas podía distinguir la mano que, como antes
observó, yacía junto al grupo de laureles. No había el
menor cambio en su aspecto, y eso le dio cierta satisfacción, no hubiera
podido decir por qué. No apartó los ojos en seguida: lo que no
queremos ver ejerce sobre nosotros un extraño poder de
fascinación, a veces irresistible. Las personas ingeniosas se muestran
injustas con la mujer que se cubre los ojos con las manos y mira entre los
dedos.
Bruscamente, tuvo conciencia de un dolor en la mano derecha.
Desvió los ojos de su enemigo para mirársela: apretaba con tanta
fuerza la empuñadura del sable que le hacía daño.
Observó también que estaba inclinado hacia adelante, los
músculos tensos, replegados sobre sí, como un gladiador pronto a
saltar al cuello de su adversario. Apretaba los dientes y respiraba con fuerza.
De inmediato volvió en sí, relajó los músculos,
aspiró profundamente el aire, y entonces percibió todo el
ridículo del incidente. Se echó a reír. ¡Cielos!
¿Qué ruido era ese? ¿Qué despreocupado demonio se
abandonaba a un perverso júbilo haciendo mofa de la alegría
humana? De un brinco se puso de pie y miró a su alrededor: no
reconocía su propia risa.
|
|
Páginas
1
2
3
4
5
6
7
(8)
9
10
11
|
|
Consiga Un jinete por el cielo de Ambrose Gwinett Bierce en esta página.
|
|
 | |
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
|
|
|
Un jinete por el cielo
de Ambrose Gwinett Bierce
ediciones elaleph.com
|
Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
|
|
|
 |
|