El aduanero, Juana y la señorita de también parecía interesarse por la pequeña nave, se inclinaron sobre el acantilado, para comprobar la exactitud de la observación. La barca de Cabillot se alejaba efectivamente, de tierra balanceándose a derecha e izquierda como un pájaro que intenta tender su vuelo. Mientras todos estaban atentos, siguiendo los movimientos de la embarcación, Terranova se acercó a Leona y la dijo muy quedo.
-¡Animo, señorita! todo va bien. Leona sofocó un grito, bajo su velo; pero ya Terranova se había alejado de ella y se despedía cordialmente de Maillard y de Juana.