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-No sé ... ; de una cosa sobrenatural... Anoche, mirad, ya os había oído decir que teníais empeño en que tocase el órgano en la Misa, y, ufana con esta distinción, pensé arreglar sus registros y templarle, a fin de que hoy os sorprendiese... Vine al coro.. ., sola.... abrí la puerta que conduce a la tribuna. En el reloj de la catedral sonaba en aquel momento una hora, no sé cuál ... ; pero las campanadas eran tristísimas y muchas..., muchas; estuvieron sonando todo el tiempo que yo permanecí como clavada en el umbral, y aquel tiempo me pareció un siglo.

«La iglesia estaba desierta y oscura... Allá lejos, en el fondo, brillaba, como una estrella perdida en el cielo de la noche, una luz moribunda, la luz de la lámpara que arde en el altar mayor... A sus reflejos debilísimos, que sólo contribuían a hacer más visible todo el profundo horror de las sombras, vi.... le vi, madre, no lo dudéis, vi un hombre que en silencio y vuelto de espaldas hacia el sitio en que yo estaba, recorría con una mano las teclas del órgano, mientras tocaba con la otra a sus registros ... ; y el órgano sonaba; pero sonaba de una manera indescriptible. Cada una de sus notas parecía un sollozo ahogado dentro del tubo de metal, que vibraba con el aire comprimido en su hueco y reproducía el tono sordo, casi imperceptible, pero justo.

Y el reloj de la catedral continuaba dando la hora, y el hombre aquel proseguía recorriendo las teclas. Yo oía hasta su respiración.

El horror había helado la sangre de mis venas; sentía en mi cuerpo como un frío glacial, y en mis sienes fuego... Entonces quise gritar, pero no pude. El hombre aquel había vuelto la cara y me había mirado...; digo mal... no me había mirado, porque era ciego... ¡Era mi padre!

-¡Bah!, hermana, desechad esas fantasías con que el enemigo malo procura turbar las imaginaciones débiles... Rezad un «Pater Nóster» y un «Ave .María» al arcángel San Miguel, jefe de las milicias celestiales, para que os asista contra los malos espíritus. Llevad al cuello un escapulario tocado en la reliquia de San Paconúo, abogado contra las tentaciones, y marchad, marchad a ocupar la tribuna del órgano; la Misa va a comenzar y ya esperan con impaciencia los fieles... Vuestro padre está en el cielo, y desde allí, antes que daros sustos, bajará a inspirar a su hija en esta ceremonia solemne para él objeto de tan especial devoción.».

La priora fue a ocupar su sillón en el coro en medio de la comunidad. La hija de Maese Pérez abrió con mano temblorosa la puerta de la tribuna para sentarse en el banquillo del órgano y comenzó la Misa.

Comenzó la Misa, y prosiguió sin que ocurriese nada de notable hasta que llegó la consagración. En aquel momento sonó el órgano y, al mismo tiempo que el órgano, un grito de la hija de Maese Pérez...

La superiora, las monjas y algunos de los fieles corrieron a la tribuna.

 
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Maese Pérez, el organista de Gustavo Adolfo Bécquer   Maese Pérez, el organista
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