Capítulo 2
EL Pasillo
Tomás sentía como si estuviera en caída libre y su mente no paraba de repasar, a velocidad vertiginosa, imágenes entremezcladas de su vida: sus padres, Josefina, el colegio, la universidad, su moto, su perro Casú, Mía…
De repente, se detuvo.
Abrió sus ojos confundido. ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?, se repetía una y otra vez. A pesar de su estado somnoliento, pudo advertir que se encontraba recostado en el medio de un largo corredor de infinitas puertas. Se incorporó y frotó fuertemente sus ojos, como queriendo sacar esa inverosímil imagen de su retina; pero el pasillo permanecía ahí, intacto. Desorientado completamente, dio tímidamente unos pasos. Su reloj marcaba las 06:05 AM.
Todas las puertas eran exactamente iguales y se encontraban separadas en forma equidistante por, aproximadamente, un metro de distancia. El piso estaba cubierto por una impecable alfombra roja y la luz ambiente era de una oscura calidez. A pesar de los reiterados intentos, Tomás no podía advertir el final del pasillo. Era exasperadamente infinito.
El tiempo transcurría lento. Intentó abrir algunas puertas; no obstante, no pudo. Caminó en forma incesante sin encontrar respuestas ni diferencias. El silencio lo aturdía.
—¡Hola! ¡Hola! ¿Hay alguien por ahí? —gritó con vehemencia en varias oportunidades; pero… nada, ni siquiera un amigable eco aparecía. Caminaba y caminaba; sin embargo las respuestas no llegaban. Decidió sentarse y esperar. Su reloj seguía marcando las 06:05. Le dio unos golpecitos sin comprender qué pasaba, como queriendo que arrancase, para que así todo volviera a ser comprensible y lógico.