Las puertas se abrieron e inmediatamente se vio entrar a dos
caballeros que, espada en mano corrieron hacia Barba Azul.
El reconoció que eran los hermanos de su mujer, uno
dragón y el otro mosquetero, de manera que echó a correr; pero los
dos hermanos lo persiguieron de cerca y lo atraparon antes de que llegara a las
gradas. Le atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo dejaron muerto. La pobre
mujer estaba casi tan muerta como su marido y no tenía fuerzas para
levantarse y besar a sus hermanos.
Ocurrió que Barba Azul no tenía herederos y de
esta manera su mujer pasó a ser la dueña de todos sus bienes.
Empleó una parte para casar a su hermana con un joven gentilhombre que la
amaba desde hacía tiempo; otra parte para comprar nombramientos de
capitanes para sus dos hermanos, y el resto para casarse ella misma con un
hombre muy cabal que le hizo olvidar el mal rato que había pasado con
Barba Azul,
Moraleja
La curiosidad, a pesar de sus atractivos, cuesta a menudo
muchos pesares. Vemos a diario casos como éstos. Aunque disguste al bello
sexo, la curiosidad es un placer fútil. En cuanto se lo goza deja de
existir y siempre cuesta muy caro.
Otra moraleja
Por poco sensato que se sea y que se conozcan las reglas
mundanas, bien se verá que esta historia es cuento de otros tiempos. Ya
no hay maridos tan terribles que, aunque descontentos y celosos, exijan cosas
imposibles. Se los ve muy sumisos, junto a sus mujeres, y de cualquier color que
sean sus barbas, es difícil saber quién de los dos es el
amo.