-¡Oh, yo traigo un poco en el bolsillo! Es bastante, y aún sobrará..
Y derramó un puñado de arena
de su bolsillo.
-Bien, eso me agrada -concluyó la Princesa-. Tienes respuesta para todo, y aún algo que decir de tu propia cosecha. Te acepto por esposo. Pero, ¿sabes que cada palabra de la que hemos dicho ha de salir mañana en los diarios? Pues en cada ventana hay tres escribientes y un concejal, y el concejal es el peor, porque no entiende nada.
Dijo eso para asustarlo. Todos los cronistas se pusieron nerviosos y dejaron caer borrones de tinta en el piso.
-¡Ah, esos son los más instruidos! -comentó Juan Destripaterrones-. Pues voy a darle al concejal lo mejor que tengo.
Dio vuelta sus bolsillos y arrojó la arena a la cara del funcionario.
-También en eso has estado muy hábil -aprobó la Princesa-. Yo no lo podría haber hecho, pero trataré de aprender.
Y de esa manera Juan Destripaterrones llegó a ser rey, obtuvo una esposa y una corona, y se sentó en un trono. Todo eso lo sabemos por el diario del concejal, pero sobre su autenticidad no hay mucha garantía.