Llegó el hermano que podía repetir todo el diccionario, pero mientras estaba esperando en la cola había olvidado todo lo que sabía.
El cielo raso de la sala estaba construido de espejos, lo cual hacía que el hermano mayor de Juan Destripaterrones se viera a sí mismo cabeza abajo. Junto a cada ventana se sentaban tres cronistas y un concejal, que tomaban nota de cuanto se iba diciendo, con destino a los diarios. Además, a las estufas se le había dado tanta fuerza que su parte superior estaba ya al rojo.
-Hace aquí un calor terrible -dijo el pretendiente.
-Es porque mi padre está hoy asando pollos -respondió la Princesa.
Y el hermano se quedó hecho un
estúpido. No había esperado una conversación de semejante índole, y no logró idear una sola palabra que decir, precisamente en el instante en que más ingenio necesitaba.
-No sirve -dijo la hija del Rey-. ¡Afuera!
Llegó el segundo hermano.
-Hace aquí un terrible calor -comentó.