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Por Ariel Mazzeo
decabecera@elaleph.com


Si suena como escritura, lo reescribo

Hundirme en las mesas de saldos de las librerías de Buenos Aires, además de ser la causa principal de mi impuntualidad incorregible, es mi aventura urbana por excelencia. Como aquellos dementes de la Fiebre del Oro, también yo soy capaz de revolver, una y mil veces con paciente ansiedad, esperando que en la mezcla de arena, barro y agua brille al fin el sueño dorado: la pepita después de la cual nada volverá a ser como antes.
Como la que encontré una tarde de la primavera del 99.
Era un pequeño volumen, edición de bolsillo. Desde su tapa de fondo rojo, una morocha de mirada fría me apuntaba con una pistola. La morocha me resultaba familiar, y no me costó ubicarla: era la protagonista de -hasta ese momento- la última película de Quentin Tarantino. Por aquel entonces, yo ya había visto varias veces las tres películas de QT y me consideraba todo un fan; así que, casi sin pensarlo, levanté el ejemplar de Jackie Brown (cocktail explosivo). El anuncio en letra chica ("La novela que inspiró la película de Quentin Tarantino") avivó mi curiosidad por conocer quién había sido el autor capaz de crear la galería de desquiciados personajes de la película. Decidí apostar las dos monedas que costaba el libro, y me llevé a casa a la morocha, a Ordell Robbie, a Max Cherry. Y a su creador, un autor al que por entonces desconocía, pero a quien debo agradecerle algunas de las mejores páginas que he disfrutado.
Damas y caballeros, permítanme presentarles a Mr. Elmore Leonard.

El holandés
Elmore Leonard nació en New Orleans en 1925. Dicen que, enamorado del béisbol desde siempre, sus amigos evitaron el inusual nombre de pila reemplazándolo por "Dutch", en honor a "Dutch" Leonard, jugador de los Washington Senators.
Después de recibir educación de los jesuitas, graduarse en la secundaria, servir en la Marina durante la Segunda Guerra e ingresar en la Universidad de Detroit, Elmore descubre a Hemingway y comienza a interesarse en la escritura.
Trabaja como redactor publicitario y escribe los primeros westerns. Le va bien durante los 50, pero a comienzos de la década siguiente la televisión ha deteriorado el mercado literario de las historias del oeste, y Leonard consigue un trabajo que le va a enseñar mucho: escribe guiones de cortos documentales para la Enciclopedia Britannica.
Su primera novela de misterio, The Big Bounce, se publica en 1969. A partir de entonces, el bueno de Elmore escribe mucho y cada vez mejor. Sus historias, su estilo crudo y sus diálogos callejeros comienzan a convertirlo en un autor de culto.
El gran golpe llega con LaBrava (1984), ganadora del premio Edgar de la Mistery Writers Association. Al año siguiente su novela Glitz (publicada en castellano por Ediciones Versal como Fulgor de muerte) lo convierte en best-seller, tapa de Times incluida.

Universo Leonard
Leer cualquier novela de Leonard es internarse en un mundo de seres extraños casi siempre excéntricos, a menudo peligrosos. Todos ellos entrañables perdedores que patean las calles de la trastienda del sueño americano.
Ejemplo 1: uno de los protagonistas de Almas paganas (Pagan babies, 2000) es el "padre" Terry Dunn. Terry vive en Ruanda, cerca de Kigali. Escucha reggae y disfruta las visitas de su mejor amigo, el señor Johnnie Walker (etiqueta negra). Su criada Chantelle se las arregla bastante bien, a pesar de que perdió una mano en un ataque de los hutus, para conseguirle a Terry algo de marihuana en el pueblo y lavar sus camisetas de bandas de rock como Nine Inch Nails. El "padre" Terry celebra misas en su parroquia. ¿Es realmente un sacerdote católico? La verdad sale a la luz cuando regresa a Detroit para arreglar algunas cuentas pendientes...
Ejemplo 2: Chili Palmer, a quien conocemos en Cómo conquistar Hollywood (Get shorty, 1990), se dedicaba a cobrar préstamos y se había vuelto un tipo frío. Cuando alguien se retrasaba en un pago, como aquel tal Leo, Chili sólo pronunciaba cuatro palabras: "Mírame a la cara", y el tipo salía corriendo a vender el auto de su mujer para pagar la cuota. Pero Chili ya está cansado de ese ambiente. Por eso, cuando se cruza con Harry Zimm, director-productor-guionista de películas clase B, en vez de cobrarle la deuda, comienza a convencerlo de rodar la historia de Leo.
Ejemplo 3: en El blues del Misisipí (Tishomingo blues, 2002), Dennis Lenahan se gana la vida con su espectáculo de saltos ornamentales. Está de gira por el estado sureño de Misisipí cuando desde los 25 metros de su trampolín presencia un asesinato. Su secreto lo lleva a relacionarse con un estafador "afroamericano", que asegura estar tras la pista de los que lincharon a su bisabuelo, y con una banda de fanáticos bastante desequilibrados que montan reproducciones vivientes de batallas de la Guerra de Secesión.
Y así podría seguir uno llenando páginas con los insólitos individuos que pueblan el Universo Leonard. Una galería de policías honestos y de los otros, dobles cinematográficos, cómicos stand-up, estrellas de cine medio chifladas, traficantes de armas, seductores ex-presidiarios, chicas de carácter fuerte, estrellas de rock... todos ellos son el corazón de la obra de Leonard. Más, mucho más que las tramas de sus novelas de misterio, lo que atrapa al lector son esos personajes que hablan y hablan y no paran de hablar. No hay largas descripciones ni sesudos monólogos interiores. Es que los personajes de EL no usan la voz de la conciencia sino la voz a secas.
Con permanentes referencias a la cultura pop norteamericana, hablan de música o de autos, de armas o de hamburguesas, de cine o de béisbol, en diálogos siempre vívidos y por momentos francamente hilarantes. A primera vista, uno tiende a pensar que no hacen más que perder el tiempo. Entonces, ¿por qué no podemos dejar de leer? La respuesta es simple, y a la vez encierra toda la complejidad de la escritura de Leonard: pueden estar seguros de que todas y cada una de las palabras que pone EL en boca de sus criaturas está ahí con un propósito bien definido, al servicio de la historia y, sobre todo, de los personajes. Vista con los ojos de un aprendiz de escritor, cualquiera de las novelas de EL podría incluirse en un manual titulado "Cómo construir personajes usando el guión de diálogo".

Cine en papel
Es cierto que en las novelas de Leonard los personajes pesan más que la historia. Pero hay que reconocer que la habilidad del autor para administrar la trama, para mostrar las peripecias de esos grupos de freaks, es lo que hace que uno siga atrapado, dando vuelta siempre una página más.
Por lo general, sus novelas se estructuran en capítulos cortos. Y normalmente cada capítulo contiene varias escenas, una detrás de la otra. Más personajes involucrados, más escenas, lo que da al lector la sensación de estar viendo cine en papel. EL ha trabajado en muchos guiones de cine y de TV, sobre todo en los comienzos de su carrera. No sería raro que el roce hollywoodense haya fortalecido su característica "habilidad de montaje", esa precisión que tiene Leonard para encadenar las escenas en el momento exacto.
¿Será esta forma cinematográfica de escritura la que hace a sus novelas tan atractivas para la adaptación en cine? ¡Quién lo sabe! Hay quienes dicen que las novelas de EL parecen tratados de guión cinematográfico. Es difícil no estar de acuerdo. En especial en Cómo conquistar Hollywood, en la que Chili Palmer, que quiere entrar en el negocio del cine, se trenza en imperdibles discusiones técnicas con el guionista Harry Zimm, que deberían ser lectura obligatoria en los talleres de guión.

Hooptedoodle
Investigando para este artículo conocí una palabra en inglés: hooptedoodle. ¿Qué significa hooptedoodle? Algo así como todo ese montón de palabrerío que se interpone en el camino de una historia, que es innecesario, que ocupa lugar y que, por lo general, debería ser eliminado en el "editing". Ustedes se preguntarán de dónde saqué esta nueva palabrita, ¿verdad? De las imperdibles...

REGLAS DE ESCRITURA DE ELMORE
(POR ELMORE LEONARD)

A lo largo del camino me hice con algunas reglas que me ayudan a permanecer invisible cuando estoy escribiendo un libro, que me ayudan a mostrar más que a contar lo que está pasando en la historia. Si tienes imaginación y facilidad para la palabra, y el sonido de tu voz te satisface, la invisibilidad no es lo que estás buscando, y podrías saltearte estas reglas.
Pero aún así, deberías mantenerlas vigiladas.

  1. Nunca abras un libro hablando del clima. Si es sólo para crear la atmósfera, y no para mostrar la reacción de algún personaje ante el clima, mejor que no sigas.
  2. Evita los prólogos. Pueden ser irritantes, especialmente los prólogos seguidos por introducciones seguidas por preámbulos. Por lo general se los encuentra en los ensayos. Pero en las novelas, un prólogo es historia, y se lo puede dejar caer adentro en donde quieras.
    Hay un prólogo en el Dulce Jueves de Steinbeck, pero está bien porque un personaje en el libro hace comprender a qué se refiere mi regla. Él dice: "Me gusta que se hable mucho en los libros y no me gusta que nadie me diga cómo luce el tipo que está hablando. Quiero imaginarme cómo luce a partir de la forma en que habla... imaginar lo que el tipo piensa a partir de lo que dice. Me gusta que haya un poco de descripciones, pero no mucho... A veces me gusta que un libro se relaje con un racimo de hooptedodle... Tal vez que haga bailar algunas bonitas palabras, o que cante una cancioncita con el lenguaje. Eso es lindo. Pero me gustaría que estuviera aparte, así no tengo que leerlo. No quiero nada de hooptedoodle que se mezcle con la historia."
  3. Nunca uses otro verbo que no sea "dijo" para llevar un diálogo. La línea de diálogo pertenece al personaje; el verbo es el autor metiendo la nariz. Pero al menos "dijo" es mucho menos invasivo que "jadeó", "advirtió" o "mintió". Una vez noté que Mary McCarthy terminaba una línea de diálogo con "ella aseveró", y tuve que parar de leer y conseguir un diccionario.
  4. Nunca uses un adverbio para modificar el verbo "dijo"... él amonestó seriamente. Usar un adverbio de esta forma (o casi de cualquier forma) es un pecado mortal. El autor se está exponiendo de verdad, usando una palabra que distrae y puede interrumpir el ritmo de la charla. Tengo un personaje en una de mis novelas que cuenta cómo solía escribir romances históricos "llenos de violaciones y adverbios".
  5. Mantén tus signos de exclamación bajo control. Deberías permitirte no más de dos o tres cada 100.000 palabras. Ahora, si aprendes a jugar con los signos de exclamación como lo hace Tom Wolfe, entonces sí, puedes arrojarlos de a puñados.
  6. Nunca uses las expresiones "de pronto" o "se armó un lío padre". Esta regla no necesita una explicación. He notado que los escritores que usan "de pronto" tienden a ejercer un menor control en el uso de los signos de exclamación.
  7. Usa los dialectos o las jergas en pequeñas cantidades. Una vez que empieces a escribir las palabras en los diálogos por fonética y a llenar las páginas con apóstrofes, ya no podrás parar.
  8. Evita las descripciones detalladas de los personajes. Algo de lo que Steinbeck se cuidó mucho. En "Colinas como elefantes blancos" de Hemingway, ¿qué apariencia tienen "el americano y la chica con él"? "Ella se había quitado el sombrero y lo había puesto sobre la mesa" es la única descripción física de la historia, y aún así vemos a la pareja y los conocemos por los tonos de voz, sin un solo adverbio a la vista.
  9. No caigas en grandes descripciones de lugares y cosas. A menos que seas Margaret Atwood y puedas pintar escenas con el lenguaje, o escribir paisajes con el estilo de Jim Harrison. Pero aún si eres bueno en esto, no querrías que las descripciones provoquen una pausa en la acción, en el fluir de la historia.
  10. Y por último: trata de abandonar las partes que los lectores tienden a saltear. Piensa en lo que te salteas de una novela: gruesos párrafos de prosa, que contienen demasiadas palabras. Ahí el escritor está escribiendo, haciendo hooptedoodle, tal vez tomando otra foto del clima, o quizás se haya ido al interior de la cabeza del personaje. Y el lector o bien ya sabe lo que el tipo está pensando, o bien no le interesa. Apuesto a que, en cambio, no te salteas los diálogos.

Mi regla más importante es una que resume las diez:

si suena como escritura, lo reescribo.

O, dicho de otra forma, si el uso "correcto" se mete en el camino, tiene que irse. No puedo permitir que lo que aprendimos en la clase de composición quiebre el sonido y el ritmo de la narración. Es mi intento de permanecer invisible, de no distraer al lector de la historia con "escritura evidente" (Joseph Conrad dijo algo acerca de las palabras que se meten en el camino de lo que quieres decir). Si escribo en escenas y siempre desde el punto de vista de un personaje en particular -aquel cuya vista hace más vívida la escena-, puedo concentrarme en las voces de los personajes contándote quiénes son y cómo se sienten con lo que está pasando, y así yo me quedo bien oculto.
Lo que Steinbeck hace en Dulce Jueves es titular sus capítulos con una indicación, aunque algo oscura, acerca de lo que contienen. "Los Dioses vuelven locos a quienes aman" es uno, "Asqueroso miércoles" es otro. El tercer capítulo se llama "Hooptedoodle 1" y el capítulo 38, "Hooptedoodle 2", como advertencia al lector, como si le dijera: "Aquí es donde me verás volar mi imaginación en la escritura, y nada de esto tendrá que ver con la historia. Saltéatelo si quieres".
Dulce Jueves salió en 1954, justo cuando yo comenzaba a publicar, y nunca he olvidado ese prólogo.
¿Si me leí los capítulos de hooptedoodle?
Palabra por palabra.

Bibliografía Básica
Hasta el día de hoy, Elmore Leonard ha publicado 38 novelas. La siguiente es una lista de algunas de las que se han publicado en castellano. Están ordenadas cronológicamente, de acuerdo a la fecha de publicación del original en inglés.

  • Chantaje mortal (2001), Suma de Letras, Madrid (52 pick-up, 1974)
  • Joe LaBrava (1998), Ediciones B, Barcelona (LaBrava, 1983)
  • Fulgor de muerte (1986), Ediciones Versal, Barcelona (Glitz, 1985)
  • Bandidos (2001), Suma de Letras, Madrid (Bandits, 1987)
  • Dinamita para empezar (1989), Ediciones Martínez Roca, Barcelona (Freaky deaky, 1988)
  • Cómo conquistar Hollywood (1996), Ediciones B, Barcelona (Get shorty, 1990)
  • Jackie Brown (cocktail explosivo) (1999), Ediciones B, Barcelona (Rum punch, 1992)
  • Pronto (1997), Ediciones B, Barcelona (Pronto, 1993)
  • Cuba libre (2001), Suma de Letras, Madrid (Cuba libre, 1997)
  • Touch (1997), Ediciones B, Barcelona (Touch, 1997)
  • Tómatelo con calma (2001), Suma de Letras, Madrid (Be cool, 1999)
  • Almas paganas (2002), Suma de Letras, Madrid (Pagan babies, 2000)
  • El blues del Misisipí (2002), Ediciones B, Barcelona (Tishomingo blues, 2002)

Algunos datos de Cabecera
Emulando a mis queridos colegas de "Galaxia Cthulhu", no puedo resistir la tentación de dejar acá un par de datos interesantes sobre películas que pueden resultar un buen acercamiento a la literatura de Elmore ...

Dato Cabecera 1: ¿Sabías que Jackie Brown, el personaje que en la película de Tarantino es interpretado por la morochaza Pam Grier, se llama en la novela (Rum Punch, 1992) Jackie Burke? ¿Y qué tal si te digo que los policías del aeropuerto "vieron que sacaba unas gafas de sol del bolso y se las colocaba sobre el pelo, rubio oscuro, suelto, no demasiado largo" (pg. 50)? En fin... misterios de las adaptaciones y el casting...

Dato Cabecera 2: Según Elmore, la mejor adaptación al cine de una novela suya la logra El nombre del juego (Get shorty, 1995), dirigida por Barry "Hombres de Negro" Sonnenfeld. En ella John Travolta hace una interpretación soberbia de Chili Palmer. Elmore llegó a decir en una entrevista que "Travolta no interpreta a Chili...¡es Chili!".

Dato Cabecera 3: En febrero de este año comenzará a filmarse Be cool, la secuela de Get shorty. Además de John "Chili" Travolta, y de Danny DeVito, se anuncia en el casting a la inquietante Uma Thurman. Thurman y Travolta trabajarían juntos por primera vez desde Pulp Fiction (1994).

Dato Cabecera 4: otra adaptación que está disponible en los video clubs es Un romance peligroso (Out of sight, 1998), dirigida por el desparejo Steven "Traffic" Soderbergh. En ella, George Clooney hace un más que aceptable Jack Foley, ladrón de bancos que se enamora de la agente federal Karen Sisco (la abundante Jennifer López). El personaje de Karen dio origen también a una serie de TV.

Fuentes
Para la redacción de este artículo he tomado material de los siguientes sites, todos en inglés:

 
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