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Por Carla Pravisani
comoescriben@elaleph.com


"En toda gran literatura hay una búsqueda de algo. Y, por consiguiente, un suspenso"

Entrevista a Vicente Battista

CARLA PRAVISANI: Sabemos que cada escritor tiene sus manías. A algunos, por ejemplo, les gusta escribir mirando el mar, la calle o la montaña. A vos, ¿dónde te gusta sentarte a escribir?
VICENTE BATTISTA: En una silla medianamente cómoda. Bueno, hablando en serio, estando encerrado. Encerrado en todo el sentido del término. En la época en que vivía en las islas Canarias, tenía un piso muy agradable, y me había montado mi lugar para escribir en un rincón que daba al puerto y a la Bahía. Pero no lo usé nunca. Terminé escribiendo frente a una pared.

CP: ¿Por qué?
VB: Porque si invento un mundo, me meto en ese mundo. Yo invento mi bahía y mi puerto. Obviamente, después -cuando no estoy escribiendo-, disfruto de esa vista.

CP: ¿Nunca fuiste a escribir a un bar?
VB: No. Si estoy en un bar o en cualquier sitio concurrido, me es imposible escribir. Te diría que hasta leer me resulta imposible. Y te explico por qué: soy muy curioso. Si estoy leyendo y oigo un ruido o pasa alguien con una característica que lo haga digno de ser mirado, yo miro. Me entretiene el entorno, no puedo concentrarme. Tengo amigos escritores que se pasan horas escribiendo en un bar. De todas maneras, me parece un poco exhibicionista.

CP: ¿Escribís a mano?
VB: No me gusta escribir a mano. Apenas entiendo mi propia letra, y además me cansa. Por eso, desde mi más tierna niñez, siempre escribí a máquina. Y de la máquina manual pasé a la eléctrica. Y cuando pude -de esto hace más de diez años-, me compré mi primera computadora: una Commodore 128. La computadora no me da mayor talento, pero me resulta mucho más cómoda.

CP: ¿Hace mucho empezaste a escribir?
VB: No puedo decirte con precisión cuándo empecé. Sí te puedo decir que tuve la gentileza de destruir las primeras cosas que escribí. Eran espantosas. No conozco a mucha gente que haya empezado bien. Aunque supongo que habrá algún que otro genio.

CP: Rimbaud.
VB: Por ejemplo. Rimbaud empezó a los catorce, creo. Revolucionó la poesía y dejó de escribir a los diecinueve. Después se dedicó a traficar esclavos. No es mi caso. Yo creo que empecé a los diecinueve. A escribir, se entiende.

CP: ¿Y por dónde pasaba tu amor hacia la literatura antes de eso ?
VB: Me recuerdo a los cinco o seis años creando una historieta. No escribiéndola sino dibujándola. Yo era muy lector de historietas. En aquella época había varios héroes: uno era El Zorro, otro El Coyote. Y yo decidí hacer el mío: y cree La Hiena. Lo hice un valiente. Cuando fui creciendo y estudiando, me enteré de que la hiena era un animal cobarde y carroñero. Es decir, había creado un antihéroe. Tal vez ahí me di cuenta de que lo mío no era la historieta sino la creación de antihéroes.

CP: ¿Y qué leías?
VB: Como todo autodidacta era (soy) un lector compulsivo y desordenado. Mis autores preferidos eran (siguen siendo) Mark Twain y Shakespeare. También leía a Salgari, a Verne y a toda la gran literatura policial. Digamos que fue la lectura lo que me llevó a la escritura. Y lo primero que escribí fueron cuentos.

CP: ¿Y qué tipo de temas te interesaban? Decías que tenés una tendencia a crear antihéroes.
VB: No recuerdo haber creado personajes heroicos o llenos de virtudes. Mis personajes son tipos marginados o preocupados por cosas no precisamente cercanas a la grandeza.

CP: Como el protagonista de Siroco, que es el mismo de Sucesos Argentinos.
VB: Seguro. Él, ese "hombre de paja" sin nombre, no es una criatura quijotesca como puede ser, por ejemplo, un Philip Marlowe. Simplemente quiere resolver el asunto para que le paguen. Y en Sucesos Argentinos, tampoco hay en él una actitud heroica. Si vamos al caso, fijate que en las dos novelas son las mujeres quienes tienen más grandeza.

CP: ¿Sos un escritor de novelas policiales?
VB: Sólo escribí dos, pero desde entonces llevo el sello de "escritor de novelas policiales". Mi última novela, que aparecerá en marzo del 2002, en España, bajo el sello RBA Libros, no tiene nada que ver con el policial. Pero digamos que, más allá de eso, en el fondo de toda historia siempre hay un misterio o un suspenso. Es lo que lleva al lector a seguir leyendo. Eso sucede sobre todo en las novelas, que son textos de largo aliento. Además, si empezamos a recorrer las grandes obras de la gran literatura del mundo, encontraremos que en todos los casos siempre hay una búsqueda de algo. Y, por consiguiente, un suspenso. Tal vez no un enigma para resolver, pero sí un suspenso.

CP: Hablando de Sucesos Argentinos... ¿qué sentiste al haber ganado el premio Planeta con esa novela?
VB: Cuando yo gané el premio, lo primero que me preguntaron fue justamente eso: qué sentía. En aquel momento -año 95-, fue bastante comentado el caso Barreda, ese dentista de La Plata que mató a toda la familia. Yo me sentí un poco Barreda. El dentista asesino de pronto se vio rodeado por los fotógrafos y por los periodistas que le preguntaban cosas. A mí me sucedió algo parecido. Recuerdo la noche de la entrega del premio, me rodearon los fotógrafos y los periodistas. En los siguientes quince días me llamaban de diferentes programas de radio con el fin de hacerme preguntas. Por ejemplo: qué opinaba del último terremoto en México o de la caída de la Bolsa en Japón. Igual que Barreda, tuve mis quince días de fama. Barreda la consiguió por matar a su familia. Lo mío fue menos violento: por escribir una novela y ganar un premio. Después todo se normaliza. Hoy casi nadie se acuerda de Barreda, y para que se acuerden de mí deberé seguir trabajando, tendré que seguir buscando esa obra que realmente me justifique.

CP: Una vez leí que Cheever tenía muchos problemas con la hija y con la esposa por culpa de sus cuentos. ¿Qué opinás de la relación familia-literatura?
VB: Antes de responder desde mi experiencia, haré una aclaración. Tal vez los problemas de Cheever con la familia no se debieron a sus cuentos, precisamente: por lo que tengo entendido era un homosexual casado y con hijos; digamos que la suya era una homosexualidad no asumida, una homosexualidad a la antigua. Volviendo a mí, en mi primera novela yo retrato algunos hechos familiares, y eso no cayó muy bien. Mis parientes del lado materno estaban vinculados a ciertos círculos... digamos "místicos". Y cuando leyeron El libro de todos los engaños, me consideraron un traidor, me quitaron el saludo. Sé que me toman por un canalla que contó una historia que jamás debió haberse ventilado. Pero me importa un rábano. Creo que la verdad -si es que hay alguna- es una verdad muy exigua, que puede modificarse de mil maneras.

CP: A la familia le cuesta mucho separar la ficción de la realidad.
VB: Tal vez porque no entienden el concepto de ficción. Ficción es sinónimo de mentira. Por ejemplo este reportaje, ¿no? Fijate: vos estás grabando, y yo estoy diciendo un montón de cosas con errores, mala pronunciación, acotaciones, toses... Esto es lo que vos vas obteniendo así como sale, en bruto. Cuando lo desgrabes, seguramente deberás ordenarlo. Eso implicará modificar, cambiar. O sea: deberás hacer ficción. Por poner otro ejemplo, recordarás el cuento "En el bosque", de Akutagawa: seis personas tienen que declarar en la seccional de policía acerca del mismo crimen, que han presenciado. Cada uno cuenta una historia similar a las otras, pero que en algo difiere. Y es así: no hay dos historias iguales. Si vos y yo nos pusiésemos a describir lo que vemos en este lugar, estoy seguro de que, hablando de lo mismo, obtendríamos dos textos diferentes. Eso es la esencia de la ficción.

CP: Ya que hablamos de ficción, ¿alguna vez te pasó de no poder contar una historia?
VB: Hay argumentos tan terribles que, al contarlos, pierden verosimilitud. En el relato "Nacimiento" narro la historia de dos amigos de barrio. Uno de ocho o nueve años y el otro de doce. El de doce hace unos pesebres maravillosos. Y el más chico siempre le pide que le permita participar en la construcción de alguno. El mayor, después de mucho negarse, finalmente lo invita. Te la resumo: mientras van armando el pesebre, el mayor trata de violar al menor. El menor sabe que hay algo que no funciona, pero se entrega. Y ahí termina. Ese sería el cuento.

CP: ¿Y cómo fue la verdadera historia?
VB: El más chico era yo. Al lado, en una casa chorizo, vivía un amigo mío llamado Tito. Y yo quería que él me enseñara a hacer el pesebre. Tanto insistí, que me invitó. Y cuando la cosa empezó a ponerse fea, yo empecé a patear y a gritar que me quería ir de ahí. Me abrió la puerta y me fui. Recuerdo que era diciembre, verano, un calor terrible. Y yo cargando con la humillación de que alguien me había querido violar. Al salir de la casa de Tito me fui a un taller de electricidad automotriz que estaba en la esquina. Ahí me conocían porque siempre iba a pedir rulemanes. En el taller me senté sobre el guardabarro de un colectivo, y de golpe me caí y me clavé una flecha en la nalga. Seguí cayendo y me clavé la patente. Conclusión: un tajo que significaron siete puntadas. Casi elemental: no me rompieron el culo al lado de casa y me lo fui a romper en la esquina. Ahora bien: si yo llego a contar eso, tal como sucedió, no me lo cree nadie. Entonces tengo que variar la historia, hacerla más real. Muchas veces la realidad puede superar a la fantasía. Lo único que requiere toda gran literatura es que se haga verosímil lo que puede parecer inverosímil.

CP: ¿Eso quiere decir que algunas historias increíbles no pueden convertirse en cuentos?
VB: Exacto. A veces alguien te dice: "Mirá, tengo una historia que me emocionó mucho". Pero a vos esa historia no te sirve para nada. Poco importa que te haya emocionado, en todo caso tenés que emocionar al resto. Podés emocionarte mientras escribís, pero luego es preciso que operes con la frialdad de un mecánico o de un jugador de ajedrez. Un tipo que saca una pieza que no funciona, que después pone otra...

CP: En general, los capítulos de tus novelas son cortos. Se ve que te gusta la brevedad.
VB: Eso tiene que ver con el ritmo de lectura. Yo soy un devoto del cuento. Y el cuento te exige una economía de recursos que, de alguna manera, yo la traslado a las novelas. Prefiero no abrumar con información. Quiero darle al lector la mayor calidad de información posible sin que eso signifique cargarlo de páginas. Si para describirte un sentimiento cualquiera yo utilizo cuarenta líneas, y de pronto, al corregir, veo que eso mismo lo consigo con idéntica intensidad solamente en siete, entonces había treinta y tres líneas que estaban de más. Si se puede conseguir lo mismo con menos, ¿para qué agregar? La retórica es uno de los males de la literatura.

CP: ¿Hay algún error que ahora notes en tu escritura de juventud?
VB: Hace poco me pidieron un cuento para una antología con una temática determinada; y eso me hizo volver a un cuento escrito y publicado allá por los años setenta: "Una pared blanca y lisa". Mirá lo viejo que sería que ni siquiera estaba en la computadora. Al corregirlo me di cuenta que había que sacar un montón de cosas, pero otras pertenecían a ese tiempo de mi escritura, y sacárselas era modificar la secreta intensidad de ese cuento. Creo que hay textos que tienen que ver con el momento en el que fueron escritos.

CP: Eso lo dice también Abelardo Castillo.
VB: El otro día, justamente, para una nota que escribí, volví a leer un cuento suyo: "Macabeo", viejo cuento de Las otras puertas. Y sí, hay un montón de cosas que me siguen gustando; y hay otras que, estoy seguro, Abelardo ya no las pondría así. Pero en ese cuento funcionan.

CP: Volviendo al tema de la corrección, ¿seguís corrigiendo una vez publicado el libro?
VB: Para mí escribir es corregir. Y la obra se termina cuando se muere el autor. Por eso pienso que toda obra es inconclusa. Porque yo, hasta el momento de morirme, tengo derecho a corregir hasta la última coma. Y de hecho lo hago. Aquello de que una vez publicado no se corrige es mentira. Yo publico y sigo corrigiendo lo publicado. De pronto son pavadas: alguna palabra que sobra o que falta...

CP: ¿Cómo fue el proceso de creación de tu última novela?
VB: Fue algo bastante extraño. Gutiérrez a secas es una novela que está escrita en tercera persona, pero por un autor que va de la clásica omnisciencia a la total incertidumbre. Por momentos te anticipa lo qué sucederá y por momentos articula frases de este calibre: "Eso habría que preguntárselo a Gutiérrez". Ahora estoy pensado otra novela que estará contada por uno de sus protagonistas en primera persona y por un autor omnisciente en tercera. Es decir, contarán la misma historia, pero en un caso a través del ojo del personaje y en el otro a través del ojo del autor. ¿En dónde está la verdad? Tal vez en los dos relatos. O en ninguno. Me gusta el proyecto. No sé qué saldrá.

CP: Cambiando de tema, ¿cómo fue tu experiencia como editor de la revista Nuevos Aires?
VB: Era una época diferente. La revista empezó siendo de ficción. Nosotros la denominábamos "Revista de ficción y pensamiento crítico". Pero, teniendo en cuenta los años en que salía publicada -del 70 al 73-, fue necesario volcarse más a la política que a los hechos literarios. Si te fijás, vas a ver que a medida que van pasando los números se le va dando menos importancia a la ficción y más a la política y al pensamiento crítico.

CP: ¿Publicaste ahí cuentos tuyos?
VB: No. Esa fue una de las cosas que nos propusimos con Mario Goloboff: no hacer una revista para publicar nuestras cosas.

CP: Ahora ya no hay tantas revistas literarias como en aquella época.
VB: Es que cambiaron los términos de intercambio. En aquella época las revistas literarias tenían un peso específico muy fuerte. Nosotros, los escritores no estábamos tan congestionados por eso que ahora llaman leyes del mercado.

CP: ¿Ahora cuesta más vivir de la literatura?
VB: El primer gran defecto es plantearse vivir de la literatura. En todo caso hay que vivir para la literatura. Te explico por qué: querer vivir de te puede llevar a especular y a comerciar con tus textos. Si les llevás el apunte a quienes te dicen, del otro lado del mostrador: "Su historia es muy bonita, pero ese tema ahora al lector no le interesa", entonces empezás a escribir lo que el lector te pide, lo que el editor te pide. Y te convertís en un comerciante. Yo siempre separo mi actividad como periodista de mi actividad como escritor.

CP: ¿Y cómo hacés?
VB: Cuando escribo una novela o un cuento no me pongo límites ni fechas. Cuando termino, termino. Tampoco pienso en cuánto me van a pagar. Sí lo hago si me pedís un trabajo periodístico. Ahí se arregla cuál es el espacio, para cuándo se necesita, cuánto se paga... Y en base a esas premisas te puedo decir: bueno, me interesa lo que me pagás, tengo tiempo para hacerlo y lo tenés para cuando lo necesitás.

CP: ¿Y si el día de mañana un editor te dice: "Yo quiero una novela suya para diciembre. Le voy a pagar tanto, y la novela tiene que tener 294 páginas"?
VB: Le voy a decir: "Lo siento". Porque seguramente no voy a tener nada en diciembre, o por ahí tengo una novela de 222 páginas o una de 450. Y no nos vamos a poner de acuerdo. Y él va a haber perdido plata. Y yo, tiempo. Y plata. Por eso, una cosa es el periodismo -donde sí trabajás por encargo, con espacio y tiempo precisos- y otra cosa es la literatura, donde querer ganar plata no me parece que sea del todo conveniente. Ojalá todos los escritores del mundo ganaran plata escribiendo. Pero si ese es el único propósito, les diría que se dediquen a una profesión menos complicada que la literatura. Y mejor remunerada.

CP: La última pregunta: ¿creés que lo que escribís puede cambiar a alguien?
VB: No sé, nunca me planteé esa circunstancia. Ni sé cuántos lectores tengo. Lo que uno pretende es que los lectores se proyecten en el tiempo. De hecho, se ha dado en la historia el caso de autores que tuvieron, en vida, muchos lectores; pero, a poco de morirse, también desaparecieron esos seguidores suyos. Y acaso el nombre de ese autor otrora famosa sólo queda en alguna enciclopedia complaciente. Y yo -cuando estaba con mi ego más alimentado- pensaba en la inmortalidad del papel. Pensaba que, así como a más de dos mil quinientos años de su escritura, vos y yo podemos estar hablando de los textos de Homero, de Esquilo o de Sófocles, tal vez en el año 10.000 alguien también podía estar hablando de Battista. Pero un día me enteré de que en aproximadamente veinticinco millones de años el sol se apagará y eso lamentablemente significará el fin de nuestro sistema planetario. La inmortalidad, mucho que nos pese, también tiene un límite. Al tener conciencia de eso, uno se pone un poco más humilde.

 

 

Semblanza

Vicente Battista nació en Buenos Aires, en 1940. Vivió en España (Barcelona y Canarias) desde 1973 hasta 1984.

Ha publicado:

Cuentos:

Los muertos (1969) Editorial Jorge Álvarez
Esta noche reunión en casa (1973) Centro Editor de América Latina
Como tanta gente que anda por ahí (1975) Editorial Planeta (Barcelona)
El final de la calle (1992) Editorial Emecé

Novelas:

El libro de todos los engaños (1984) Editorial Bruguera
Siroco (1985) Editorial Legasa (primera edición), Editorial Emecé (segunda edición, 1992)
Sucesos Argentinos (1995) Editorial Planeta

Ensayos:

Literatura latinoamericana en lengua española (en colaboración con Jordi Estrada) (1974) Editorial Planeta (Barcelona)

Teatro representado:

Dos almas que en el mundo / Sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín, desde octubre de 1986 a abril de 1987.

Guiones filmados:

Los viejos, telefilm por canal 7, en el ciclo "Los mejores cuentos argentinos"
La familia unida esperando la llegada de Hallewyn, largometraje dirigido por Miguel Bejo, Gran Premio en el Festival Internacional de Manheinn, Alemania (1972)

Revistas:

Integró la redacción de El escarabajo de oro (1963/70)
Fundó y dirigió, junto a Mario Goloboff, Nuevos Aires (1971/73)

Premios:

Fondo Nacional de las Artes (1968), por Los Muertos
Casa de las Américas (Cuba) (1969), por Los Muertos
Municipal de Literatura (1990), por El final de la calle
Planeta Argentina de Novela (1995), por Sucesos Argentinos

Traducciones:

Siroco (1993) Editions Le Mascaret (Francia)
Sucesos argentinos (Le tango de l'homme de paille) (2000) Gallimard (Francia)

En prensa:

La novela Gutiérrez, a secas, que será publicada en marzo de 2002 por la editorial española RBA Libros.

 

 

Vicente Battista

Gutiérrez, a secas
Capítulo III

 

Gutiérrez jamás habla de su infancia. Ante semejante silencio surge una pregunta ineludible: ¿cómo habrá sido la infancia de Gutiérrez? Pregunta que a su vez abre otro interrogante: ¿por qué Gutiérrez jamás habla de su infancia? No es sencillo llegar a una respuesta. Gutiérrez ayuda poco o nada. Se niega a brindar datos que alumbren, aunque sea malamente, los lejanos días de su niñez. A Ivana jamás le habló de aquellos días. Ni en un solo instante de todos los que estuvieron juntos, Gutiérrez le dijo a Ivana la menor palabra de su infancia. Ivana, por el contrario, le habló largamente de sus tiempos de niña. Le habló del barrio en donde había vivido, de sus padres y de sus hermanos, y le habló de sus años en la escuela primaria; incluso se extendió a los dos primeros de la secundaria. Se puede decir que Ivana le contó a Gutiérrez muchas cosas de su infancia y del comienzo de su adolescencia. Gutiérrez, en cambio, prefirió el silencio. A Ivana no pareció preocuparle ese silencio.

Si como suele decirse, la infancia marca a un individuo, sería de enorme utilidad tener información acerca de la infancia de Gutiérrez. Sabríamos, por ejemplo, por qué Gutiérrez eligió la literatura. No podés llamar literatura a esas porquerías que escribís por encargo, suele decirle Requejo, las veces que por casualidad Gutiérrez y Requejo se encuentran en la calle o en alguna librería o en una tienda cualquiera. Gutiérrez, poco afecto a las discusiones, no discute con Requejo sobre qué es la literatura. Gutiérrez piensa que no vale la pena entrar en polémicas, y evita ese tipo de discusiones. Pero Requejo insiste. En una oportunidad le habló de un artículo firmado por cierto escritor que Gutiérrez respeta y Requejo desprecia. Toda literatura es por encargo, se titulaba el artículo, y el escritor que Gutiérrez respeta y Requejo desprecia, entre otras cosas afirmaba: "Todo arte es arte por encargo. Bach y Mozart componían a pedido de sus mecenas; y la gran pintura renacentista fue realizada por idénticos motivos. No se cuestiona la acción, sino el resultado de esa acción. El papa Julio II contrató a Miguel Angel para que le diese vida a la bóveda de una capilla; el generalísimo Franco a un equipo de artistas mediocres para que hicieran algo parecido con las paredes de una iglesia construida en honor del Alzamiento. Basta visitar la luminosa belleza de la Sixtina, y luego atreverse a dar una vuelta por el engendro del Valle de los Caídos para enten-der lo que digo." ¿Estás de acuerdo con las tonterías que dice este mediocre?, le preguntó aquella vez Requejo a Gutiérrez. En ciertas cosas sí y en ciertas cosas no, dijo Gutiérrez, pero no dijo en cuáles estaba de acuerdo y en cuáles no; por lo que no hubo espacio para el debate.

Según Freud, el hombre adulto no hace otra cosa que padecer los recuerdos de su infancia. Si fuera válida esta afirmación, Gutiérrez tuvo que haber tenido una infancia más bien chata; sin mayores sobresaltos. Habrá que imaginar que Gutiérrez se crió en el seno de una familia casi burguesa. Hijo de una madre preocupada por los chicos de la calle y otros males del mundo, y de un padre médico o, mejor, abogado. Gutiérrez seguramente fue hijo único. Sobreprotegido por su madre, y con una relación de temor y respeto hacia su padre. En la casa de la familia Gutiérrez había una gran biblioteca, con más de un libro vedado para los ojos del pequeño Gutiérrez. Tal vez ese veto despertó el interés por la lectura en el pequeño Gutiérrez; de ahí a la escritura hay un solo paso. ¿Aquella antigua prohibición habrá contribuido a que Gutiérrez eligiera la literatura como un medio de vida? Es una pregunta sin respuesta. No hay un solo dato que asevere que Gutiérrez haya sido hijo único, con una madre sobreprotectora y un padre severo. Tampoco que fuera integrante de una familia casi burguesa, poseedora de una gran biblioteca.

Gutiérrez bien pudo ser uno de los cuatro hermanos Gutiérrez, todos varones y todos hijos de Francisco Gutiérrez, de profesión tornero, y de doña Carmen Volando, de profesión ama de casa. Gutiérrez padre tal vez haya sido un hombre de pocas palabras pero claras convicciones políticas. Socialista de la primera hora, se habrá preocupado de que sus hijos se criaran bajo ese ideario. En la humilde casa de los Gutiérrez había muy pocos libros, no tenían espacio para montar una biblioteca; tampoco tenían dinero para comprarlos. Estas carencias no mermaron el interés por la lectura que el Gutiérrez que nos interesa había demostrado desde muy chico. Los otros tres hermanos Gutiérrez solían burlarse del Gutiérrez que nos interesa. Se burlaban porque el Gutiérrez que nos interesa prefería pasar las tardes en la biblioteca pública del barrio en lugar de pasarlas en la plaza, jugando al fútbol. En esa biblioteca pública el Gutiérrez que nos interesa leyó todo lo que tenía a mano, sin ton ni son, desde Shakespeare a Vargas Vila; de ahí a la escritura hay un solo paso. ¿Esa biblioteca pública del barrio habrá contribuido a que Gutiérrez eligiera la literatura como un medio de vida? También es una pregunta sin respuesta. No hay un solo dato que demuestre que Gutiérrez haya sido uno de los cuatro hermanos de esa supuesta familia obrera, con un padre de ideas socialistas.

Gutiérrez bien pudo haber sido un niño huérfano, casi un personaje de Dickens, pupilo en un colegio jesuita. Un alumno callado y respetuoso, poco amigo de las discusiones. Un chico indudablemente tímido que en los recreos eludía a los grupos revoltosos. Optaba por quedarse solo con sus asuntos en el rincón más apartado del patio del colegio. Pero sobre todo prefería las rigurosas naves de la biblioteca. Pasaba horas y horas, en el silencio de esos salones centenarios, inclinado sobre volúmenes religiosos y profanos. Los padres rectores no dudaban de la vocación sacerdotal de ese niño retraído tan afecto a la lectura; de ahí a la escritura hay un solo paso. ¿Las rigurosas naves de la biblioteca jesuita habrán contribuido a que Gutiérrez eligiera la literatura como un medio de vida? Vuelve a ser una pregunta sin respuesta. No hay un solo dato que demuestre que Gutiérrez haya sido un niño huérfano, pupilo en un colegio religioso.

Estas pueden ser tres infancias posibles de Gutiérrez. Queda a gusto de cada cual elegir la que le plazca. Habrá que tener en cuenta que sólo se trata de un trío de probabilidades ante un número que, según cómo se mire, podría ser infinito. Conclusión que en lugar de atemperar el problema lo complica, tornando más oscuros los primeros años de Gutiérrez.

Suele decirse que los escritores reflejan su infancia en los textos que escriben. En las novelas escritas por Gutiérrez, sin que importe el género que haya abordado románticas, policiales, eróticas, del far west, etc, jamás aparece un solo dato acerca de la infancia de Gutiérrez. Por supuesto, es imposible encontrar esos datos en los libros de ciencias ocultas escritos por Gutiérrez; tampoco están en los de autoayuda. Tanto los volúmenes de ficción como los de divulgación científica son libros redactados a expreso pedido de Marabini. La infancia, como bien se sabe, es un período esencial en la vida de cualquier ser humano. Gutiérrez no tiene por qué andar ventilando su infancia en textos escritos por encargo. Tampoco la ventila cuando bajo el papel de Conan, el Magnífico, navega por el ciberespacio. Claro que en ese caso no estaría hablando de la infancia de Gutiérrez sino de la infancia de Conan. Una infancia que no guarda secretos; cualquiera que haya leído las aventuras de Conan la conoce.

Una posibilidad podría ser la novela secreta que Gutiérrez escribe y protege mediante una clave de seguridad en el disco rígido de su computadora. Sin embargo, todo indica que tampoco en esa novela secreta será posible rastrear la infancia de Gutiérrez. En ese texto, del que sólo se sabe que intenta descifrar el enigma de los correctores, de ninguna manera tienen por qué aparecer pistas que revelen un solo dato de la infancia de Gutiérrez. Probablemente, la novela secreta que Gutiérrez está escribiendo tenga las características de un policial; género inventado por Poe precisamente para resolver enigmas. Si esto fuera así, si la novela secreta que Gutiérrez está escribiendo fuera un policial, casi con seguridad su protagonista será Eric Thompson, el detective inventado por Gutiérrez y principal héroe en muchas de las novelas policiales que Gutiérrez ha escrito por encargo de Marabini. En este caso, lograríamos información acerca de la infancia de Eric Thompson, el detective inventado por Gutiérrez, pero no sabríamos una sola palabra acerca de la infancia de Gutiérrez, que es lo que en definitiva nos interesa. Para llegar a la auténtica infancia de Gutiérrez habrá que aguardar a que Gutiérrez escriba la novela auténtica; esa novela de la que Gutiérrez suele hablar con Requejo cuando por casualidad se encuentran en la calle o en alguna librería o en una tienda cualquiera. ¿Se referirá por fin Gutiérrez a su infancia en la novela auténtica que piensa escribir? Esta también es una pregunta sin respuesta. Gutiérrez no le ha dicho a Requejo cuál es el tema de su novela auténtica, no le ha dicho si piensa escribirla en primera, en segunda o en tercera persona; no le ha dicho si será una novela epistolar o una novela romántica, una novela de aventuras o una novela fantástica. Por supuesto, tampoco le ha dicho si en esa novela auténtica, Gutiérrez se referirá a su propia infancia. Lo curioso es que Requejo no se molesta en buscar respuesta a ninguno de estos interrogantes; tampoco le pregunta a Gutiérrez por su infancia. Cualquiera podría suponer que es una suerte de pacto entre Gutiérrez y Requejo; un pacto de silencio, algo así como el clásico "de eso no se habla". Quien suponga esto se equivoca. Simplemente, a Requejo le interesa poco el tema y la forma que Gutiérrez elegirá para su novela auténtica; y menos le interesa la infancia de Gutiérrez. No hay por qué buscar segundas intenciones.

Para conocer la infancia de Gutiérrez no queda otro camino, entonces, que aguardar a que Gutiérrez escriba y publique su novela auténtica. Confiar en que seguramente allí Gutiérrez hablará de sus años como niño. Aunque tampoco hay que hacerse mayores ilusiones. Gutiérrez más de una vez ha pensado que los correctores también pueden corregirle ese texto. En tal caso, no estaríamos frente a la legítima infancia de Gutiérrez sino ante una infancia apócrifa, inventada por los correctores.

 

Capítulo IV

 

El reloj está a punto de marcar las doce y Gutiérrez se dispone a repetir una ceremonia que suele celebrar a medianoche. Apaga las lámparas del living y controla que estén a oscuras el dormitorio, el baño, la cocina y el lavadero. Sólo brilla la pantalla de la computadora, porque la com-putadora queda encendida. El resplandor de la pantalla apenas ilumina el ambiente; pero no produce ningún efecto fantasmagórico, como a simple vista y así leído podría imaginarse. Gutiérrez ocupa la silla que está frente a la computadora, acciona el mouse para ingresar a Internet y aguarda a que la máquina cumpla con la orden que le ha dado. Es una espera corta, dura menos de medio minuto. En ese tiempo Gutiérrez no piensa en nada; poco se puede pensar en menos de medio minuto. El camino al ciberespacio ya está abierto. Ahora Gutiérrez mueve el mouse dispuesto a emprender ese camino. La flecha del mouse se ha transformado en un reloj de arena, por lo que habrá que esperar unos segundos. Gutiérrez sabe que a esa hora de la noche, cargada como está la Red, van a ser muchos segundos; pero no se preocupa. Hay que saber esperar, y Gutiérrez no tiene otra cosa qué hacer.

Ahora Gutiérrez escribe su clave secreta, formada por cuatro letras y un número, y entra en chat.prospero.com, su servidor. Es el mismo servidor que atiende a Gutiérrez desde el primer día en que Gutiérrez decidió navegar por la Red. Los técnicos de chat.prospero.com teóricamente tendrían que conocer el verdadero nombre de Gutiérrez. Pero en la práctica no lo conocen. Cuando Gutiérrez tomó el servicio dijo que se llamaba González, dio un número de documento que se parecía al suyo, pero que no era el suyo, y aseguró que el abono mensual lo pagaría por banco y en efectivo. Es lo que Gutiérrez hace mes a mes. Por tal razón, para la gente de chat.prospero.com el verdadero nombre de Gutiérrez es González y González, como bien se nota, tiene poco que ver con Gutiérrez.

En este momento una serie de palabras escritas en inglés y diversas figuras animadas ocupan la pantalla. Gutiérrez ignora la publicidad, mira las palabras y las figuras pero no les da importancia ni a unas ni a otras. Gutiérrez dirige la flecha del mouse hasta la opción "Chat" y oprime el botón izquierdo. Nuevas palabras de colores y figuras animadas le anuncian que ya está en la Red. A partir de este instante Gutiérrez dejará de ser Gutiérrez y comenzará a ser Conan. Conan, el Cimmeriano; o Conan, el Bárbaro; o Conan, el Guerrero; como cada cual prefiera, ya que poco importa el adjetivo. Para chatear por Internet, Gutiérrez se convierte en Conan. Bajo ese nombre lo conocen sus amigos y amigas que navegan por el ciberespacio. ¿Por qué eligió ese nombre? Podrían exponerse diferentes hipótesis y, como siempre pasa, todas ellas se acercarían mucho a la realidad, pero ninguna de ellas alcanzaría a ser la realidad.

La realidad es Conan este domingo a las doce y media de la noche a punto de chatear con sus amigos y amigas de la Red. Chatear es un barbarismo derivado de "chat", palabra inglesa que significa "charlar", y "charlar" probablemente venga del italiano "ciarlare", una voz del siglo XIV de la cual derivaría "charlatán". "Charlatán", como todo el mundo sabe, se aplica a la persona que habla demasiado. Apelativo que de ninguna manera merecen los amigos y amigas de la Red que chatean con Conan, ya que todos ellos, incluso el propio Conan, hablan sólo lo necesario, y a veces, muchas veces, menos de lo necesario. Es decir que no son charlatanes, aunque la totalidad de ellos ejercite hasta sus últimas consecuencias el acto de charlar. "Hablar mucho, sin sustancia o fuera de propósito" / "Conversar, platicar sin objeto determinado y solo por mero pasatiempo", según aclara el Diccionario.

A los amigos y amigas de Conan que navegan por la Red poco les importan esos detalles: están acostumbrados a admitir las cosas sin segundas intenciones. Desde el mismo momento en que Conan apareció en la Red, aceptaron que Conan se llamara Conan. Conan, el Bárbaro; o Conan, el Guerrero; o Conan, el Cimmeriano. Ni uno solo de los amigos y amigas que navegan por la Red saben que en realidad Conan se llama Gutiérrez. Pero ¿cuál es en realidad la realidad? Los amigos y amigas de Conan que navegan por la Red no preguntan lo que no tienen que preguntar ni pierden el tiempo en interpretaciones que no conducen a nada. Son cosas del ciberespacio.

Conan lleva la flecha hasta la lista de salones de chateo, oprime el botón izquierdo del mouse y sobre la derecha de la pantalla aparecen los que en ese momento están en actividad. En el salón local hay cincuenta y seis personas conectadas, en el salón "Conferencias" sólo hay cuatro, y no hay nadie ni en el salón "Deportes" ni en el salón "Esoterismo". En el salón "España" (que es el único que le interesa a Conan) hay cinco personas. Conan no lo duda. Dirige la flecha del mouse hasta el salón "España" y de ahí al recuadro "Ir". Si alguien piensa que Conan rechazó el salón de su país porque había mucha gente, se equivoca. Tam-bién se equivoca si piensa que lo hizo movido por sentimientos antipatrióticos. Ni lo uno ni lo otro. Conan fatalmente elige el salón "España" porque en ese salón están sus amigos y amigas del ciberespacio. "¡Bienvenido a España!" se ve ahora en la pantalla y de inmediato, sobre el costado derecho, aparecen los nombres: Dolores, Beto, Jordi, Killer y Paloma. Conan conoce a todos menos a Jordi. Conoce a todos es un modo de decir, ya que si bien Conan hace mucho que chatea con ellos, sólo sabe que Dolores vive en algún lugar de España y que Paloma es mexicana, de México D.F.; sospecha que Killer puede ser venezolano o colombiano; y Beto es compatriota de Conan o es uruguayo; no cabe otra posibilidad. Acerca de Jordi no sabe nada de nada, porque Jordi recién entra, tal vez se quede un rato y después se vaya para siempre; en el ciberespacio también hay muchos inconstantes.

Salud, amigos, Conan ha llegado, escribe Conan. La respuesta no se hace esperar. Sobre la pantalla aparece:

PALOMA: Hola Conan.

Por lo que Conan escribe: Hola Paloma, me da gusto encontrarte, y espera respuesta. No es Paloma quien contesta, sino Beto. Sobre la pantalla aparece:

BETO: ¿Qué tal macho? ¿Cómo van esas conquistas?

Beto está convencido de que Conan cumple al pie de la letra con su papel de conquistador, violento y apasionado, y Conan ha decidido no romperle la ilusión. No tengo quejas, responde Conan y espera ansioso las palabras de Dolores. Los amigos del ciberespacio nada saben de esa ansiedad de Gutiérrez, hay sensaciones que no se pueden reflejar en la pantalla. En esta oportunidad la ansiedad de Gutiérrez dura poco: acaba de aparecer el mensaje de Dolores.

DOLORES: A mí también me da gusto encontrarte, majo.

Y antes de que Conan pueda contestarle surge un nuevo mensaje de Paloma.

PALOMA: Qué bueno tenerte con nosotras!!!

Conan sospecha que íntimamente Paloma y Dolores se lo disputan. Sabe que Paloma anda por los cuarenta años. Hace dos confesó que tenía treinta y ocho, por lo que ahora tendrá cuarenta; pero a lo mejor tiene muchos más, o muchos menos. Dolores jamás dijo su edad. Tal vez sea mayor que Paloma o tal vez no. En el ciberespacio se puede mentir sin problemas porque en el fondo sólo interesa lo que aparece escrito y no lo que realmente es.

Si Conan tuviera que elegir entre Paloma y Dolores, se quedaría con Dolores. ¿Por qué con Dolores? Porque Dolores fatalmente le recuerda a Nuestra Señora de los Dolores, a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Aquí surge una contradicción. Conan vivió en la Edad Hiboria; es decir: ocho mil años después del hundimiento de la Atlántida y diez mil años antes del nacimiento de Cristo. Conan jamás pudo conocer a María. ¿Cómo puede Conan recordar aquello que no conoce? En realidad, quien recuerda no es Conan sino Gutiérrez. Para entender esto habrá que dejar a Conan en el ciberespacio y volver por un momento a Gutiérrez, a una tarde de hace algunos años, cuando Gutiérrez se encontró por primera vez con la imagen de Nuestra Señora de los Dolores.

Un libro, la escritura de un libro, llevó a Gutiérrez hasta esa imagen. Gutiérrez navegaba por Internet a la búsqueda de material para Secretos de la Tierra de María Santísima, una guía turístico-religiosa que Marabini le encargara. Gutiérrez tenía que realizar un detallado recorrido por las principales iglesias de Sevilla. Sus palabras deberán ser como fotos, le había dicho Marabini, tendrán que mostrar e informar. ¿Me entiende Gutiérrez?, le había dicho Marabini. Gutiérrez le había dicho que sí, que lo entendía. Esa misma noche Gutiérrez entró a Internet con el propósito de enterarse de cuáles eran las principales iglesias de Sevilla, dónde estaban y qué tenían para ofrecerle. No era la primera vez que Gutiérrez recurría a Internet para conseguir información, tampoco iba a ser la última. Sin embargo, esa vez fue diferente a todas las otras, tanto las pasadas como las por venir. Esa vez Gutiérrez conoció a Nuestra Señora de los Dolores. Fue así:

Luego de varios intentos sin resultado positivo, Gutiérrez comprendió que nada iba a lograr preguntando por Virgen, Iglesias o Sevilla. En la ventana "Buscar" de Yahoo, Gutiérrez escribió Semana Santa y de las muchas opciones que aparecieron eligió Semana Santa en Sevilla. La página ofrecía Programa, Hermandades, Historia, Música, Terminología, Sugerencias, Curiosidades y Guía de la Semana Santa en la Red. Gutiérrez puso la flecha del mouse sobre Hermandades y se quedó esperando. Fue una espera corta, porque de inmediato sobre la pantalla apareció la página Hermandades de Sevilla, con el nombre de las cincuenta y ocho hermandades y la estación de penitencia de cada una de ellas. Gutiérrez eligió La Esperanza de Triana. Sobre la pantalla aparecieron las imágenes del Santísimo Cristo de las Tres Caídas y de María Santísima de la Esperanza. En la parte inferior, una serie de datos técnicos, que no vale la pena repetir. Gutiérrez comprendió que iba por buen camino. Supo que Nuestra Señora de la Esperanza, más conocida por "La Esperanza de Triana" está en la Capilla de los Marineros. Gutiérrez situó la flecha del mouse sobre la Hermandad de La Macarena y supo que María Santísima de la Esperanza, más conocida por "La Macarena", está en la Basílica de la Esperanza. Gutiérrez situó la flecha del mouse en la Hermandad de El Dulce Nombre y supo que María Santísima del Dulce Nombre está en la iglesia de San Lorenzo. Gutiérrez situó la flecha del mouse en la Hermandad El Cerro. No bien la página apareció en pantalla, Gutiérrez se enfrentó a la desesperada figura del Santísimo Cristo del Desamparo y el Abandono. Sin embargo, Gutiérrez no le dio importancia a esa imagen tan desgarradora. Gutiérrez dejó atrás la congoja de Cristo y fijó su atención en Nuestra Señora de los Dolores. De inmediato, Gutiérrez comprendió que Nuestra Señora de los Dolores era distinta a la Macarena y a la Esperanza de Triana, distinta a la Candelaria y a María Santísima del Dulce Nombre. Los ojos de Nuestra Señora de los Dolores no miraban al cielo, buscando al Altísimo, ni se inclinaban a tierra, rogando piedad. Los ojos de Nuestra Señora de los Dolores estaban más allá del cielo y de la tierra. Nuestra Señora de los Dolores no tenía lágrimas en sus mejillas y sus labios se ofrecían entreabiertos, en un confuso gesto que encerraba la incomprensión, el dolor y el placer. El rostro de Nuestra Señora de los Dolores era, digámoslo de una vez por todas, un rostro cargado de sensualidad, como Gutiérrez nunca antes había visto y como nunca más vería. Gutiérrez miró por largo rato la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Si alguien lo hubiera visto en ese momento habría pensado que se trataba de una promesa o de una desmedida prueba de fe. Nada de eso, se trataba de un simple acto de amor: Gutiérrez había encontrado a la mujer de sus sueños. Pero era un amor imposible; o lo que es peor: sacrílego. Gutiérrez quitó la vista de la pantalla y miró a su alrededor, con el gesto típico de quien está por hacer una travesura; después imprimió la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Desde entonces Gutiérrez la conserva en un sitio secreto. Una o dos veces por semana la retira de ese sitio y la contempla largo rato. Esto no lo sabe nadie. Gutiérrez nunca lo ha contado, ni piensa contarlo. Pero aunque no lo piensa contar, Gutiérrez no puede evitar transferirle ese sentimiento a Conan. ¿Queda claro por qué a la hora de elegir entre Dolores y Paloma, Conan elegiría a Dolores? Una elección que, sin embargo, Conan ha resuelto mantener en secreto. Por eso ahora escribe: Esto es para ti, Dolores, y también para ti, Paloma, y agrega :*.

Acá es preciso detenerse una vez más. O al menos los que nunca han chateado por la Red tendrán que detenerse. Se hace necesario explicar la razón de ciertas señales gráficas, legisladas para la totalidad del ciberespacio. Esas señales reciben el nombre de smiley. ¿De qué se trata? Se trata de signos que permiten mostrar aquellas reacciones o emociones que podrían producirse durante el chateo. Por ejemplo, si junto a lo que ha escrito usted pusiera :-), añadiría un toque cordial a sus palabras. Si, por el contrario, pusiera :-i> estaría demostrando absoluta indiferencia. Existen dos maneras de manifestar sarcasmo: :-> y >;->. En éste último caso, además del sarcasmo se agrega un guiño cómplice. Si lo que se pretende es sólo un guiño cómplice, sin sarcasmo, únicamente habrá que poner ;-). Para entender estos signos en su verdadera dimensión es necesario girar noventa grados la cabeza: mirarlos de costado. Hay otros smileys, más reducidos, pero que igualmente significan mucho. Para mostrar felicidad, por ejemplo, basta con anotar :):; la tristeza, en cambio, se puede manifestar de dos maneras :( o :[. Si usted pretende gritar, escriba :o; si el grito viene acompañado con un gesto de asombro, deberá escribir :O. Una carcajada es :-)); confesar que tiene algunas copas de más: :}. Si quiere decir que está bromeando, basta con que ponga J/K, si está confuso ?-), si decide enviar besos cariñosos, que es lo que acaba de hacer Conan, simplemente tendrá que anotar :*.

Conan espera la respuesta, que no tarda en llegar. Primero llega la de Paloma.

PALOMA: Para Conan :* ;-),

Después llega la de Dolores.

DOLORES: Para Conan :*.

Conan hubiera preferido que el guiño de complicidad lo hubiese hecho Dolores, pero igual está contento: ambas lo han besado, para admiración de Beto e indignación de Killer. No hay más que leer los mensajes que mandan.

KILLER: Quién te crees que eres: Conan el Magnífico?

BETO: :O No afloje Conan!!!!!

Conan sonríe satisfecho, anota ;-) y enseguida agrega :-)). Sus amigos lo entienden de inmediato porque tanto Beto como Killer le devuelven el guiño y las carcajadas. Incluso Jordi, que había permanecido callado hasta este momento, también envía una carcajada:

JORDI: :-)).

Jordi, de dónde eres?, pregunta Conan y antes de que le llegue la respuesta aparecen mensajes de Dolores, de Beto y de Paloma, en ese orden. Killer sigue en el salón, pero se ha quedado mudo. Dolores dice que el sueño la vence, Beto recomienda un programa que vio por cable y Paloma hace un chis-te de mal gusto en torno a la virilidad de Conan. Conan va a contestarle pero en ese momento en la pantalla aparece Jordi.

JORDI: Qué importa de dónde soy?

Tienes razón, reconoce Conan, y de inmediato todos chatean sin problemas ni agresiones. Hasta interviene Killer, que estaba tan callado.

Estos son momentos de verdadero placer para Conan. Más que navegar flota en el ciberespacio. Se trata de una agradable sensación que le recorre el cuerpo, como si levitara. No es una definición exacta, pero es la que más se acerca a lo que ahora siente Conan. Una sensación que sólo aparece mientras chatea con sus amigos y amigas de la Red. Pero, bien se sabe, las cosas buenas también llegan a su fin. Killer y Beto se despiden hasta mañana o pasado. Jordi se va, con la promesa de volver. Dolores insiste conque el sueño es superior a ella y Paloma confiesa que está muerta de hambre y saluda con :*. para todos. Ahora se han incorporado otros tres nuevos nombres. Conan los ve al costado de la pantalla. Se trata de Pandy, de Frodo y de Spectra. Conan conoce a Frodo y a Spectra, pero en este momento no tiene ganas de chatear con ellos. Por eso escribe: Amigos, Conan se retira! Y no espera respuesta. Apaga la máquina y otra vez vuelve a ser Gutiérrez.

 
  INDICE DE LA SECCIÓN
Entrevista
Semblanza
Gutiérrez, a secas
   SECCIONES
¿Qué hay de nuevo, Viejo?
Buscando letras en la telaraña
Galaxia Cthulhu
Alto Vuelo
La Claqueta
Cómo escriben los que escriben



 

 

 

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