Jamelgo yace junto al camino y dormita penosamente. El mujik lo
acaba de desenganchar, dejándole en libertad para que paste. Pero Jamelgo
no está ahora para pastos. Les cupo en suerte una franja de terreno dura,
pedregosa, y el mujik y él han arado con enorme esfuerzo.
Jamelgo es una bestia corriente, de mujik, tundida a palos,
estrecha de pecho, de costillas salientes y paletillas llenas de desolladuras,
de patas destrozadas. Jamelgo tiene la cabeza gacha; sus crines están
apelmazadas sobre el cuello; sus ojos y ollares destilan mucosidad; el belfo
superior cae colgante como una hojuela. Poco trabajo se puede hacer con un
animal semejante, pero hay que trabajar. Jamelgo se pasa el día entero
con la collera puesta. En verano, desde por la mañana hasta la noche,
labra la tierra; en invierno, hasta el deshielo de primavera, acarrea sin cesar
diversas 'producciones".
Y Jamelgo no puede sacar nuevas fuerzas de ninguna parte, pues
sus piensos son de tal naturaleza, que sólo sirven para dar que hacer a
los dientes. En verano, mientras le llevan por las noches al pastizal, aun se
puede ir tirando con la hierba blanda y jugosa, pero en invierno, después
de llevar "las producciones" al mercado, come en casa paja podrida. En
primavera, cuando sacan el ganado a pastar, lo ponen en pie con unas
pértigas; en el campo no hay una brizna de hierba; únicamente, en
algún lugar que otro, asoman unos yerbajos, filamentosos y putrefactos,
escapados por azar, el otoño anterior, del diente de las bestias.