Annette trataba de
hacer a un lado sus emociones desequilibradas, aceptando trabajar en ese
restaurante tan peculiar. No tenía opción de escoger, esa era la vida que le
correspondía. El restaurante, era para ella una especie de escape, pero a la
vez, un nuevo agujero de delirio, confusión, y atropello. Trabajó primero como
mesera del lugar, en donde sus ingresos no eran suficientes para su papá. Su
padre le exigía cada día más. El ambiente en el restaurante, le daba a Annette
una sensación de tristeza y desolación. Se esforzaba por trabajar y cumplir
con las exigencias abruptas de su papá. La autoridad de su madre era nula, y su
carácter pusilánime, la volvía un títere insuperable. Lo único que su madre
sabía hacer, era llorar y callar, ante la violencia feroz de su capataz. La
forzada tarea de Annette era trabajar y cooperar, sin decir una sola palabra. El
padre la esclavizaba y la maltrataba, sin que ella pudiera exigir nada. El
régimen instigador y opresivo de su padre, hicieron de Annette una persona muy
callada. Pero en el fondo soñaba, y se buscaba una luz imaginaria en sus
emociones distorsionadas.
Con el paso del
tiempo, hizo algunas amistades en el restaurante. Algunas de sus compañeras
de trabajo cercanas, atravesaban por los mismos problemas, y por los mismos
tormentos de la especie humana. Conflictos familiares, soledad, descuido,
divorcios de los padres, pobreza, marginación, y todas esas
confusiones que nos dan una mezcla de sentimientos y sensaciones, que
muchas veces nos permiten continuar luchando, y no dejarnos vencer por los
agitados aires del desquicio y del desdén. Annette pensaba y escribía todo
lo que su mente le dictaba:
Para bien o para mal,
el que dirán es lo que menos importa, cuando las cosas van contra
corriente, y cuando nuestros sentimientos se tornan más imprudentes.
Algunas veces nos
sentimos fuertes, y otras sumamente débiles. Algunos días despertamos con
la sensación de cambiar el mundo, y otros días sentimos que no podemos cambiar
nada en absoluto. Cuando somos niños o jóvenes, podemos imaginar y crear caminos
más fáciles para nuestras jornadas agitadas, y para nuestras desilusiones
alteradas. Soñamos y construimos mundos mejores, y emociones llenas de heroísmos
y fervores. Aunque nuestra realidad nos aparta enormemente de nuestros sueños,
la esperanza siempre nos da el empuje que necesitamos, para luchar contra los
crudos vientos. La esperanza nos anima, y nos ayuda a continuar peleando, y
a defender nuestros sentimientos, y nuestros deseos de alcanzar lo que queremos.
Ser soñadores es lo que nos empuja a continuar luchando, y a levantarnos de los
atropellos. La injusticia es muchas veces la madre de nuestro coraje para salir
adelante.