A partir de la segunda mitad del siglo XIX se
desarrolla una cantidad importante de asociaciones no lucrativas, entre las
cuales se destacan aquellas que marcan el resurgimiento del catolicismo social.
Bajo el impulso de Felix Frías, quien entendía a la caridad privada como
complementaria a la ofi cial se establecen organizaciones como: Hermanas de la
Caridad, las Conferencias de San Vicente y los Círculos Obreros. Todas estas con
un claro fundamento religioso, realizaron tareas asistenciales tales como ayuda
material, alimentaria y espiritual a los pobres, asesoramiento legal,
farmacéutico y médico a obreros.
A fines del siglo XIX, el crecimiento económico y la modernización
del país, impulsaron el fortalecimiento de un Estado central y más tarde un
sistema de partidos. Debido a las condiciones políticas que ya expuse se crearon
asociaciones civiles de una elite social enriquecida, desde las cuales estos
sectores podían influir políticamente; ejemplos de ellas son el Jockey Club, el
Club de Armas y el Club de Progreso.
El accionar de estas instituciones combinaba un fuerte trabajo en
el campo de la política con prestación de servicios sociales a grupos
necesitados por lo que el clientelismo político comenzó a vincularse
estrechamente con la acción social. El crecimiento poblacional y su
concentración en centros urbanos, la consolidación de diferentes comunidades
producto de la inmigración, fueron dando lugar, a principios del siglo XX a
nuevas asociaciones mutuales y barriales. Motivados por sentimientos de raza,
etnia, religión, o bien por necesidades vecinales, el asociacionismo solidario
creció fuertemente en todo el país.