Ante esta disyuntiva, dos caminos, dos racionalidades, se abrió el debate
sobre cómo abordar este asunto en una discusión colectiva, que nos permitiera
poner sobre la mesa, en un dialogo horizontal, qué saldo hay hasta ahora de la
globalización indolente, dado que el horizonte que nos marcaron en los años
noventa hasta hoy no se ha hecho factible, los números dicen lo contrario,
puesto que las economías latinoamericanas que se plegaron al discurso
globalizador y se montaron en el vehículo del neoliberalismo, se toparon con una
realidad que desfalcó los activos del Estado, diluyó a los partidos políticos,
diseminó la pobreza y polarizó nuestras sociedades latinoamericanas.
Puntualicemos algunos temas para dilucidar hacia donde nos condujo la
globalización indolente.
1/ Aprovechando el desarrollo industrial acelerado de países gigantes en
territorio y población pero carentes de recursos naturales estratégicos para su
impulso industrializante, caso China, India, las grandes empresas se asociaron
para posesionarse de los reservorios estratégicos de América latina, para
priorizar un caso que nos interesa resaltar, y privatizaron de nuevo las minas,
el petróleo, el gas, el agua y las extensas áreas de biodiversidad; todo ello
provocó desplazamiento de comunidades indígenas y campesinas, expropiación de
tierras comunales, construcción de represas en los ríos, desalojo de pueblos y
encarecimiento de los productos de consumo popular.
2/ El Estado responsable, hasta cierto punto, no era el modelo adecuado para
dejar transitar libremente a la globalización indolente, de ahí que había la
necesidad irrenunciable de modificarlo, reducirle sus espacios de maniobra,
limitarlo a tareas administrativas y facilitador del gran capital, recortar las
libertades y derechos a los ciudadanos, llevar a cabo una guerra de baja
intensidad a los derechos del ciudadano hasta dejarlo en un estado de
indefensión absoluta, producto de ello es la precariedad del mundo laboral,
donde el 60% de los trabajadores en Latinoamérica no cuentan con ninguna
prestación social ni seguridad, el autoempleo es creciente, el mercado informal
se expande y el derecho de reclamo se criminaliza. A cambio, las leyes blandas o
tolerantes se dieron de manera fácil y expedita, sin ningún soporte jurídico,
pero bajo la imposición de gobiernos que controlan el poder judicial,
legislativo e incluso expuestos a la corrupción y la impunidad.