Escuché el quejido nuevamente y me di cuenta de que venía de mi
lado derecho, volteé mi cabeza con dolor y vi a mi primo estar justo en la zona
vacía como yo, vacío de espacio y vacío de tiempo pero con sangre en su cabello,
y para mí en ese preciso momento terminó todo el vacío. Me di cuenta de que
había tenido un terrible accidente, la lentitud se había despejado, mis reflejos
tomaron el mando y vi a través del cristal izquierdo de mi auto a mi madre
yaciendo eterna sobre el pasto.
A partir de ese momento todo comenzó, Dios Todopoderoso no me
había mentido, no puedo culparlo por traicionarme a mí, a su hijo, al contrario,
una de las ideas mayor pregonadas reza que la vida vendrá tras la muerte en su
compañía, en el Reino de los Cielos, la paz rodeándonos, castigo y recompensa a
través de la muerte. ¡Cómo puedo yo entender eso! ¡cómo podré ser tu testigo
Dios mío y cómo podrás tú ser mi consuelo!
Mi estúpidamente normal universo cambio de rumbo, no había
salida de sol, no entendía la teoría de la vida, no concebía el nacimiento de
una flor a menos que fuera una flor de pantano que intentara rescatar para
seguir creyendo, pero sólo enfocaba el pantano, no la flor y me hundía más y
más, aún tendido cerca la orilla no existió en mi alma el aliento para respirar,
aún seco el pantano seguí percibiendo el camino pesado, hundido.
Busqué abajo y busqué arriba y la explicación de Dios seguía
siendo tan etérea, busqué adentro y me perdí en laberintos tormentas que apenas
comenzarían, y dejé de respirar, dejé de escuchar, me dejé.
Me dejé y me fui, guiado sólo por la inconsciencia, sólo por
las células de mi cuerpo trabajando en automático, sin voluntad manifiesta de
por medio, abrí los ojos y no entró la luz, sólo me percibí flotante, inerte
también, regresando a mi estado umbilical: